La verdad y otras mentiras, de Sascha Arango (Seix Barral) Traducción de Carles Andreu | por Óscar Brox
Más allá de los juegos y confusiones que disemine alrededor de su trama, todo relato criminal establece un pequeño pacto con sus lectores: les invita a creer que pueden ir varios pasos por delante de la narración, a pensar que son capaces de distinguir entre una corazonada y una pista falsa, a fantasear que se resisten ante los encantos de unos protagonistas en los límites del bien y del mal. Pocos géneros manejan con tanta destreza la versión más salvaje del pragmatismo, en la que conseguir lo bueno (racionalmente) no elude llevar a cabo una serie de jugadas sucias, incluso delictivas. Sascha Arango ha nutrido su vena literaria como guionista de uno de los seriales más longevos de la televisión europea, Tatort, auténtica escuela para dominar los recursos, tiempos y ritmos del relato policial y de suspense. Fruto de ello, La verdad y otras mentiras, su primera novela, se ha convertido en una de las sensaciones editoriales del año. Una obra, la apuesta de ficción de Seix Barral para la temporada de otoño, de trazado aparentemente sencillo que, sin embargo, esconde tras cada página un poso de turbiedad moral.
Admitámoslo, el misterio ejerce un incalculable poder de atracción. Ante un famoso que protege con celo sus detalles más íntimos, se cierne la curiosidad más despiadada y carroñera; la necesidad de encontrar algo, de desenmascarar esa privacidad y exponerla frente a frente con la sociedad. Henry Hayden es un novelista de éxito del que, nada más empezar la novela, conocemos una primera revelación: no ha escrito ninguno de los libros publicados con su nombre. Tal confidencia secreta, compartida por Arango, no supone tanto derribar al mito como, más bien, firmar un contrato por el que acompañaremos a Henry durante el resto de páginas que comprende la novela. Ahora, más que nunca, debemos seguir su paso durante esta travesía. Perdonémosle esa primera mentira. Lo que hace de Hayden un personaje tan atractivo es, precisamente, su facilidad para moverse entre diferentes ambientes, para disfrazar su falta de pudor con alguna pequeña muestra de altruismo; mientras maquina alguna solución de emergencia para deshacerse del problema, no tiene inconveniente en ayudar al prójimo. Nadie mejor que él sabe hasta qué punto le puede beneficiar esa dualidad.
Martha, la esposa de Henry, es la autora de cada uno de sus relatos. Nunca ha pedido nada a cambio, más allá de mantenerse unidos y vivir bajo el mismo techo. Y Henry, simplemente, ha sabido amoldarse a esa situación de conveniencia explotando sus habilidades sociales. Un contrato blindado, el favor de la Redactora Jefe de la editorial, el aplauso unánime de sus lectores; un vínculo indestructible. Sin embargo, al protagonista de La verdad y otras mentiras le puede su sensación de que es capaz de salir airoso de cualquier entuerto, de que siempre camina varios pasos por delante del resto (la policía, su amante o un enemigo del pasado). Así que Arango utiliza sus recursos del género para poner a prueba y desenmascarar la verdadera naturaleza de Henry Hayden al verse envuelto en un asesinato.
En el fondo, el principal atractivo de Henry es que es un personaje que oscila entre cumplir con lo que siente e intentar escapar de ese callejón sin salida. Incapaz de controlarlo todo, su primer crimen (el único que comete por error) acaba con la vida de Martha, cuyo fantasma planeará a lo largo del relato. Sin ese ancla, la realidad de Hayden se transforma en un juego del gato y del ratón en el que a cada paso su existencia está a punto de desmoronarse. Arango, de manera inteligente, trata a su criatura como un vividor, más que como un asesino; toda su novela parece un ajuste de cuentas en clave moral, un revés del destino que le recuerda la mentira sobre la que ha edificado su madurez. Visto así resulta paradójico cómo un escritor incapaz de construir una ficción criminal la lleva a cabo, con la escrupulosidad y los giros inesperados de una novela, en su vida. Con esa ironía que acecha a su incierto futuro, como el fantasma de la esposa muerta que le golpea ahí donde su fachada de integridad nada puede hacer: en su interior.
No cabe duda de que Arango conoce al detalle el ritmo de un relato y conduce al lector con pulso firme de un capítulo al siguiente. En este sentido, La verdad y otras mentiras podría ser una perfecta adaptación, lenguaje visual incluido, de sus trabajos en el campo de la ficción televisiva. Como sucedía en una película como Match Point, el meollo de este debut literario radica en el turbulento conflicto moral de un personaje construido y parapetado tras una red de mentiras. Hasta qué punto está dispuesto a mantenerlas, cuántos cadáveres se apelotonarán entre las hojas, cómo lidiará con ese dolor interno que le consume poco a poco. A la última novela de Henry Hayden le falta el final, el remate del chiste que su atormentado protagonista debe escribir en la realidad. Arango, consciente de que nadie puede engañar a su destino, hace de La verdad y otras mentiras un pequeño monumento a ese criminal que todos llevamos dentro, en ese momento en el que, entre el bien y el mal, dudamos qué camino recorrer y caemos absorbidos en nuestra red de mentiras