La forma inicial. Conversaciones en Princeton, de Ricardo Piglia (Sexto Piso) | por Juan Jiménez García
Ricardo Piglia no es solo uno de los narradores mayores en nuestro idioma sino también alguien que sabe contar. Contar no es tan solo es una cuestión de escritura, sino también una cuestión de llegar a los demás con las palabras. Y Piglia ha escrito pero también ha hablado mucho. Y lo ha hecho bien. Por eso un libro como el que ahora edita Sexto Piso, este La forma incial. Conversaciones en Princeton es una muestra más de esa capacidad. Por eso estas entrevistas, diálogos, debates que contiene son como una cara más de una figura con múltiples de ellas, y estas conversaciones son tan solo una forma más de escritura.
A través de ellas irán apareciendo buena parte de sus obsesiones (por ejemplo, la lectura, los modos en lo que esta ha ido cambiando en nosotros, lectores) o de sus autores (Juan Carlos Onetti, por ejemplo, al que está dedicado uno de los momentos fuertes del libro). Tiempo de lectura, el primer texto, está dedicado precisamente a eso, a partir de una conversación en la Biblioteca Nacional de Argentina. Una reflexión sobre cómo los avances técnicos cambiaron nuestra manera de leer (como los mismos avances cambiaron también las maneras de escribir). En un mundo dominado por la velocidad, el libro sigue siendo ese instante de tiempo suspendido en el que no podemos ir más allá por mucho que cambien las formas, porque nuestro tiempo de descodificación sigue siendo el mismo. Los tiempos lo que sí nos han traído es la superabundancia de contenidos y eso lleva implícito el lugar de narrador. Todos somos narradores (Modos de narrar), todos tenemos algo que contar, y Piglia también reflexiona sobre ese lado opuesto, que compartimos.
Entre la escritura y la lectura hay un paso fundamental para el argentino, y ese es el acto de interpretar (Sobre la interpretación narrativa. Notas para una conferencia). Ese ¿por qué suceden las cosas?, que está en la base de todo el proceso. Un proceso que se inicia en la propia escritura y en el propio escritor, por lo que no deja de tener su importancia que más allá de descodificar el texto, un paso importante (aunque evitable, todo es una cuestión de niveles) sea seguir la trayectoria del autor del libro, del relato (Las versiones de un relato). También entender las formas, saber cómo distintas distancias (un cuento, una nouvelle, una novela) exigen un acercamiento distinto en la escritura. Eso será también Aspectos de la nouvelle, ese estado intermedio, esa media distancia, que tanto le interesa pero para el que no acabamos de tener nombre.
Un momento importante del libro es Medios y finales, que reunirá un poco todo lo que ha ido ya desgranando. De nuevo en Princeton, volvemos al tema de la comunicación, de cómo nos llega la escritura, y de los distintos elementos que pueden intervenir en ese acto íntimo de recepción que responde a reglas precisas. O a ritos. Un acto tan básico como esperar un correo, ha desaparecido, porque ya no hay ese tiempo de espera. Es solo una parte de un todo, de un buen número de factores que se van desgranando pregunta a respuesta. Y el conjunto de todo es una brillantísima reflexión sobre los innumerables factores que nos afectan, lectores.
Más allá de todo esto (o no), uno de los temas-obsesión de Ricardo Piglia es el género. El género negro, exactamente. La ficción paranoica trata del lugar del género, de sus claves, de su lugar en la sociedad, recorrido con abundancia de referencias. El lector de género negro sería ese lector paranoico, que sospecha, que desconfía y busca pistas. Ese mismo género le lleva a otro lector de novelas negras. Su primera aproximación a Onetti la encontramos en una conversación con Edgardo Dieleke («En Santa María nada pasaba»). Onetti es el referente inevitable de Piglia y este texto sería la génesis de su encuentro y también una reflexión sobre el escritor uruguayo que va más allá, hasta convertirse en una reflexión sobre él mismo. Tal vez todos tengamos un escritor con el que nos confundimos. Y es este escritor el que atraviesa profundamente uno de los encuentros más hermosos, tal vez el más literario, que es la entrevista en Cuadernos Hispanoamericanos que se tituló Volver a empezar. Una evocación de sí mismo a través de los otros y de aquello que después de todo está presente una y otra vez y que es su vida: leer y escribir.
Y él, Ricardo Piglia, será el motivo del penúltimo texto, otro tour de force a varias bandas. El texto que da subtítulo al libro y que será un repaso de todo lo demás, en el que afirma, reveladoramente, que la literatura es más importante que la vida, como si se pudiera anteponer una cosa a la otra cuando son la misma cosa. Es imposible, absolutamente imposible trazar ni tan siquiera un breve resumen de todo lo que contiene este texto y por extensión todo el libro, que es de una intensidad (que no densidad) fascinantes, y que se convierte en una caja de pandora de la que surgen interminables ideas, reflexiones que nos hacen pensar, que nos transmiten cosas (la transmisión, siempre presente). Toda esa voracidad con la que cuenta se convierte en nosotros en una voracidad por recibir todo aquello.
El último texto, Secreto y narración, se pregunta sobre la distinción entre enigma, misterio y secreto. Y tal vez ahí esté la clave de todo o la clave de su ausencia. Ese buscar permanente, ese interrogarse por todo, ese dar respuesta a algo. Ricardo Piglia ha llevado la escritura hasta la palabra, hasta la oralidad, devolviéndola a sus principios. Sus preguntas sobre la lectura han obtenido una respuesta a ese nivel superior, que es la comunicación, la transmisión. Una transmisión gozosa del saber. Ese es su secreto, que responde a un enigma a través de un misterio.
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