Amado mío, de Pier Paolo Pasolini (Seix Barral) | por Juan Jiménez García

Pier Paolo Pasolini | Amado mío

Pese haber sido escritas en su juventud, Actos impuros y Amado mío (ahora reunidas por Seix Barral bajo el título de esta última), nunca llegaron a publicarse en vida de Pier Paolo Pasolini. No es que realmente se negara (Amado mío estuvo a punto de ello): simplemente no ocurrió. Incluso tenía preparada una introducción a ellas, que en cierto modo expresa también aquel que podría ser su temor inicial.

En ambos casos, no solo son obras de juventud, sino que son obras de su juventud. Más marcadamente autobiográfica Actos impuros (hasta el punto de que parte de la novela eran fragmentos de sus propios diarios), en ella toda su experiencia del final de la guerra está ahí: la madre, la muerte del hermano en el final de la guerra (era partisano), sus clases a los muchachos del pueblo, sus primeros amores. El libro será eso y una primera constatación: entre todas las tragedias de aquel tiempo, Pasolini elige la pasión por aquellos jovencitos (también él lo era… un poco menos). La madre ocupará un lugar importante pero anecdótico. La muerte del hermano será un simple instante, que no ha llegado o que ya ha pasado, como una amenaza o una certeza. La guerra, sí, será ese espacio que todo lo altera, que todo lo transforma, y su narración lo acercará un poco a la literatura italiana de posguerra. La placidez de aquel lugar perdido en el que se escondían (Pasolini había desertado del ejército), la belleza de una vida que se respiraba en cada detalle, en cada persona, se rompe brutalmente con los bombardeos aliados, con los últimos alemanes o con los vuelos nocturnos. Y sin embargo, como decía, por encima de todo, el amor será más fuerte que la muerte.

Paolo, el protagonista, tiene veintipocos años. Homosexual, este no es el relato del descubrimiento de su condición, condición que tiene más que asumida, sino el de los otros cuerpos. En todo ello encuentra un sentimiento de culpa. Aunque no es católico, vive en un cierto temor, más por aquellos muchachos a los que conoce que por él mismo. Ese sentimiento de culpa no le impide experimentar el deseo por aquellos, alumnos de catorce, quince años. Así, continuamente se está debatiendo entre el éxtasis y el tormento. Pese a unas relaciones más o menos pasajeras, fugaces, Actos impuros es la historia de su relación con Nisiuti, un jovencito que es la encarnación de la inocencia y la carnalidad de una vida que se abre. Paolo / Pasolini vivirá un larga relación con él, desde el descubrimiento a la pérdida de esa inocencia, de ese instante en el que el cuerpo se convierte en algo extraordinario. Con él, atravesará el final de la guerra y el principio de la posguerra. Con él surgirán todas sus dudas, todas sus promesas incumplidas, todos sus temores. Y el miedo, siempre el miedo, como aquello que espesa su relación, que le da un sentido a sus actos. Entre medias estará todo, también su relación con Dina, esa chica que le quiere pero a la que él no puede querer. Pero por encima de todo solo estará eso, la relación, la atracción que Pasolini convierte en palabras. Palabras que buscan atrapar esas sensaciones que le producen esos cuerpos. Ese instante condenado a marchitarse pero sublime en lo que tiene de efímero.

Frente a Amado mío, la segunda novela, hay una cierta suavidad, una cierta poesía sin aristas, limpia, luminosa. Amado mío abandonará ese pequeño pueblo lleno de campesinos, de esfuerzo, de días que pasan, de tiempo que pasa, para instalarse en esa primera periferia. Primera de otras tantas que vendrán, porque esta novela se inscribe en la narrativa pasoliniana. También en el cine. Sus personajes son los personajes que volverán una y otra vez. Siguen teniendo esa inocencia (que quizás sería más exacto llamar primitivismo), pero la brutalidad se instala en ellos. No como violencia, sino como energía algo insolente. Incompleta, acaba por ser un fragmento deslumbrante de un verano. Entre la verbena y un día de campo. De río, en este caso. Será las búsqueda del cuerpo, del beso, del contacto, de lo físico como reflejo necesario, inevitable, de lo espiritual. Como materialización de todas esas sensaciones, dudas, gestos. De nuevo, la prosa de Pasolini será ese proceso por el que la palabra se vuelve éxtasis y también tormento.

Pese a ser dos novelas abandonadas, pese a haber sido sometidas a un proceso de reconstrucción, Amado mío nos muestra a un escritor pleno, exuberante, de una poesía humana, pegada a la tierra, a la materia, a la piel, al gesto. Como el título de uno de sus poemarios, la narrativa de Pasolini es la búsqueda de una forma, de una materialización de los sentidos. Una búsqueda que le llevó buena parte de su vida, tal vez toda. Pero seguramente nunca como en este libro encontraremos ese temblor de una vida que está aún por descubrir, por hacerse, por ser.


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