Documento de identidad, de Petr Šabach (Huso) Traducción de Kepa Uharte | por Juan Jiménez García
En aquellos últimos años sesenta, Petr Šabach tenía la misma edad que el protagonista sin nombre de Documento de identidad. Luego, según pasaba el tiempo, las primaveras, el abrazo soviético, los años ochenta y hasta la caída del comunismo, Petr Šabach seguía teniendo la misma edad que su protagonista, el mismo oficio, escribir, los mismos problemas y los mismos hijos, seguramente, con una mujer tal vez parecida, sino la misma. Tantas coincidencias, imaginadas o reales, nos llevan a pensar que esta novela no es otra cosa que una autobiografía novelada (ahora creo que todo esto tiene otro nombre… ¿autoficción? Estamos en el tiempo de las palabras feas…). Cierto o no, el retrato no cambia. Tras la Primavera de Praga, no solo se fueron al traste posturas de la izquierda, un país, una ideología o un puñado de intelectuales, escritores, cineastas y demás. También (o fundamentalmente) se fueron al traste la vida de muchas personas corrientes y algunos jóvenes fueron incapaces de imaginar algo parecido a un futuro, que no por eso dejaría de llegar.
Con trece, catorce o quince años, tampoco es que sea una cuestión de ilusiones perdidas, dado que aún uno ni se las ha hecho, pero sí de que te fastidien la poca existencia que ya te quedaba. Los actos de rebeldía no pasan necesariamente por ponerse delante de tanques, pero las consecuencias pueden ser las mismas. Uno muere, se matan o le matan por las razones más tontas (que a veces pueden ser las más justas… si puede ser justo morir por querer ser libre). La geografía praguense se convierte en un laberinto al que resulta imposible escapar, pero en el que se aspira a llevar algo parecido a una vida. Como los protagonistas de la novela de Petr Šabach, que viven su juventud con la insolencia necesaria y litros de cerveza, mientras todo ocurre en otra parte, sin que sepan muy bien dónde. Se puede vivir por algo y contra algo.
Lo que podía ser una comedia juvenil se convierte en un drama generacional. Las pequeñas derrotas personales se convierten en las debacles colectivas. Vivir en un jardín de las delicias en el que todos sus frutos están prohibidos. A Petr Šabach tal vez le hubiera gustado escribir un libro divertido, pero no le sale, por la amargura, la tristeza de aquellos años, de aquellas ilusiones que se desvanecieron terriblemente, le ahogan demasiado a menudo. Ni tan siquiera cuando, liberado de todo, de aquellos años grises, sucios, perdidos, puede escapar a ellos. Mirando el dossier que la policía secreta tenía sobre él, aún le quedará descubrir con amargura a aquel que le espiaba (porque todos tenían un espía, o varios) y exclamar amargamente si también era un crimen que te gustara Bohumil Hrabal. Y todo esto para qué…
Poderoso retrato de esa generación perdida, aquella que empezó a vivir cuando todo moría alrededor suyo, Šabach cree en las personas, como último lugar en el que refugiarse, y en la rabia o la desesperación como motor que mueve el mundo. Una rabia y desesperación que deja sus víctimas, y también algún momento de liberación, en el que hasta el rodaje de una película puede ser un simbólico (con una simbología rellena de piedras) ajuste de cuentas con la Historia, que no por ello deja de ser un asco. Belleza en la derrota, nada en la victoria.