La semana perpetua, de Laura Vázquez (Demipage) Traducción de María Matta | por Francisca Pageo
Escribir cansada cuando se escribe con todo el cuerpo. Cómo hacerlo. Escribir porque realmente no se puede hacer otra cosa, a pesar del dolor, a pesar del peso. Porque el cansancio es un peso que llevamos a rastras. Laura Vázquez estará de acuerdo conmigo en que el dolor no incapacita realmente, sino que es un aliciente para la escritura, para la vida, para lo no-muerto. Si nos duele algo, no estamos muertos, al contrario, estamos muy vivos. Los protagonistas de La semana perpetua lo saben muy bien. Una familia disfuncional que teje sombras y teje ecos a otros mundos incluso mucho más contemporáneos de lo que nos ha tocado vivir. Esto era el presente, este libro, este texto, estas palabras que viven a través de nosotros.
Encontramos aquí ecos a Thomas Bernhard (esas repeticiones, ese clima) y nos preguntamos cuánto de inspiración habrá cogido Laura. Leo en una entrevista que está entre sus influencias, entre sus referentes: por lo que estaba en lo cierto. Pero la autora expone una realidad que Bernhard no vivió. La de internet, la que nos toca, la del adolescente obsesionado con la muerte que no para de buscar en la red cosas raras y deformes. Tenemos la presencia de la muerte en todo el libro, en la abuela, en los enfermeros e incluso en los fontaneros que van a arreglar las gotas de agua. Pienso si esta novela no es un claro ejemplo de lo que lo contemporáneo tiene tras de si. Algo abyecto, repulso, que nos repele. Pero, sin embargo, hay algo a lo largo de este libro que nos mantiene en vilo, que nos provoca morbo y curiosidad. El mundo era esto, la realidad era esta.
Crecen los dientes en los niños como crece esta novela, con dolor. Crece la hierba y nos preguntamos si también siente dolor. Este libro es el dolor mismo, es un síntoma de lo que la autora siente tras de sí. Podemos encontrar esbozos de una realidad más que de una novela, pero, ¿la novela se acrecienta en la realidad, o nosotros hacemos la novela mientras la leemos? Es curioso como esos esbozos, esas relaciones que la autora traza, nos son familiares. Es, sobre todo, extremadamente lúcida para su tiempo. ¿Cómo puede haber una mente así? Tan llena de conocimiento(s), llena de luz y muerte y costumbres que nos parecen raras y llena de pasión. La voz de Salim no perjudica el libro, sino todo lo contrario: es la voz del propio libro, el libro habla por él y para él. La muerte… La muerte no es lo último, sino lo primero. El bebé no es lo primero, sino lo último. Aquí todo es circular y quien habla también piensa y también insulta y falta los respetos. Porque faltar el respeto aquí es una rebelión de la vida contra la muerte, y de la muerte contra la vida.
Escribimos para ahuyentar la muerte, para despojarnos de ella. Y Laura Vazquez está más viva que nunca. En sus palabras doloridas las mujeres ahuyentan y atraen lo malo a la vez, hay como una controversia latente en todo lo que la autora no dice, o se niega a decir. Pero pocas cosas se niega a decir: Laura Vazquez habla de todo y por todos y para todos. Es, este libro, un libro sintiente sobre el cansancio del ser humano, el cansancio de ser un ser vivo y no una piedra. A ella le gustaría ser piedra. A Salim también. Las piedras son claras, incluso las piedras negras. Todo por ellas resbalan y eso queremos que logre hacer al final este libro con nosotros, porque nos pringa, y deseamos lavarnos y asearnos una vez que lo leemos. El significado de la palabra asco, el significado de todas las palabras, las no dichas y las que decimos. El sonido rítmico que tiene este libro, cercano a una prosa poética del mundo y para el mundo. Porque las cosas laten, los cuerpos laten, incluso lo no-vivo termina latiendo porque hasta el cielo es un reflejo de nuestros ojos, pero nuestros ojos no tienen nada.
Si quieren sentir, lean este libro. Les hará vivir cosas que nunca imaginaríamos. Experimentar cosas que no queremos reconocer y que si reconocemos es porque nos conocemos y no nos da miedo hacerlo.