Vivan las ilusiones, de Peter Handke, Peter Hamm (Pre-Textos) Traducción de Eustaquio Barjau | por Juan Jiménez García

Peter Handke, Peter Hamm | Vivan las ilusiones

Un verdadero escritor no tiene nada que decir. Tiene algo que escribir. Qué extraña relación mantenemos con lo evidente. Qué extraña declaración para un libro que es una conversación y una conversación que es una película y una película que es una conversación. Y entonces, otra vez. En Peter Handke todo está confundido pero, por encima de todo, está la escritura, la labor de escribir, que, esta vez no, no debe ser entendida como un oficio. O tal vez sí, no sé. Igual leí algo, en este mismo libro. Peter Handke, que empezó a andar hace mucho, casi tanto como tiempo lleva cercando la existencia con la escritura. Porque eso también lo dice. Que sus preguntas siempre fueron las mismas: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la existencia? Cuando el escritor era joven, no le gustaba caminar. Un problema de corazón, cuando tenía veinticinco años, lo cambió todo. Desde entonces, un lento regreso. Para él, que escribió un Ensayo sobre el cansancio, esta larga conversación tiene algo de agotadora. El esfuerzo por responder a preguntas que se ya se respondieron, porque tantas veces sus obras son la búsqueda de esas respuestas o, al menos, dar vueltas alrededor de ellas. Pero es precisamente ese agotamiento lo que convierte este libro, conversación, película, en un nuevo esfuerzo por dar con las palabras justas y en la belleza de esos encuentros. momentos de un jugador melancólico.

Pienso en el fugaz declive de esos escritores en lengua alemana con los que atravesamos los años noventa. No el suyo, sino el nuestro reflejado en ellos. Pienso en Günter Grass, en Heinrich Böll, en Thomas Bernhard, en W. G. Sebald,… Y podría seguir, largamente. También Peter Handke. Sus libros agotados. De vez en cuando, volvemos a encontrarnos con ellos. Sus dudas del pasado, sobre un pasado aún más lejano, y su reflejo en aquel presente, son las nuestras sobre toda esa sucesión de pasados. Siguen vigentes y solo nosotros hemos envejecido y mal envejecido. Ahora que parece que se alcanzó el conocimiento suficiente para juzgar todo, ese pasado, este presente y todos los futuros que vendrán, somos capaces de despreciar una literatura como la de Handke, la permanente contemplación de lo eterno en lo más cotidiano. Ni tan siquiera es necesario leerle. Lo conocen. Desde esa nueva superioridad moral, infalible, fugaz, apocalíptica, se le declara despreciable y se parte a la búsqueda de nuevas víctimas. Otra historia del odio. Cuando uno lee al propio Handke, incluso cuando uno lee sobre aquello que pensamos más terrible de él, lo único que encontramos son nuestras propias contradicciones y nuestra condición humana y, por lo tanto, llena de errores entre algún acierto. También en esta conversación, también en Vivan las ilusiones. De nuevo, Yugoslavia como derrota de una idea de estado multicultural.

Y sin embargo, Handke sigue caminando. Sigue buscando las palabras necesarias para expresar esas sensaciones que están ahí, alrededor suyo, como están alrededor nuestro. Nuestra relación con los espacios y con el tiempo, que explicó de forma tan conmovedora en Poema a la duración (otro libro agotado). Ese tiempo que nada tiene que ver con los relojes o con las medidas. Las medidas. Imagino al escritor austriaco ciego, tanteando en el aire para encontrar aquello que intuye, que sabe que está ahí, que siente que está ahí. Buscando aunque solo sea rozarlo. Dar vueltas alrededor de las cosas con las palabras. Cuando este lector era joven en su cabeza giraban innumerables imágenes. A veces eran solo ligeras impresiones. Otras chocaban furiosamente en una ceremonia de la confusión. Cuando este lector era joven todo estaba por entender, todo estaba por ser nombrado. Este lector tiene un problema horrible con las cosas que no encajan. Y también con lo que es justo, pero esa igual es otra historia. Y entonces llegaron aquellos alemanes que también tenían problemas para encajar lo que había con lo que hubo. Y dudaban. Solo aquellos que dudan buscan, porque de la certeza no puede surgir ninguna búsqueda. Y si ellos están agotados, si sus preguntas están agotadas, si creemos que podemos juzgar a Handke con unas pocas palabras elegidas al azar de un minuto, como creímos poder juzgar a Grass, es que es el mundo el que está agotado. Y también yo.


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