Desgracia impeorable, de Peter Handke (Alianza) Traducción de Eustaquio Barjau | por Juan Jiménez García

Peter Handke | Desgracia impeorable

La muerte de la madre, el suicidio de la madre, el agotamiento de la madre, hasta llegar ahí, hasta llegar a esa muerte, a ese suicidio. Un lento alejarse de ella y un intento aproximado de escritura del hijo, de Peter Handke, porque la madre es su madre… En el título en alemán se encuentra la novela (¿es posible llamarla novela?). En el título en español, una parte. Lo cuenta su traductor, Eustaquio Barjau. Está esa desgracia insuperable, una desgracia que no puede ser mayor, pero falta la apatía que nos produce esa desgracia, la indiferencia, como un grado cero que se alcanza cuando ya hemos sido completamente desbordados, alcanzado la más alta de las alturas. En Desgracia impeorable hay un instante en que todo se derrumba, se viene abajo, se convierte en escombros, en muerte, muerte y muerte. Está la vida de la madre, desde el momento en que se encuentra con ese hombre casado, mayor que ella, sin embargo, el amor de su vida dice, y entonces nace el hijo mayor, que es el escritor. Y ella empezará una nueva relación imperfecta y vendrán otros hijos y algún aborto provocado. Viven en la pobreza, en las dificultades. Todo empezó con la guerra. Y un día, años después, llega la enfermedad, los dolores de cabeza, los dolores de cabeza desesperantes, que la imposibilitan para todo, que la convierten en un fantasma, una muerta en vida. Hay algún momento de esperanza y luego un nuevo derrumbe, esta vez definitivo. Cincuenta y un años. Todo esto es su existencia, pero cuando esta acaba y con ella también la escritura acaba, y está ahí, en la cama, y ya no hay respiración, definitivamente no hay respiración, entonces, y solo entonces, Handke se derrumba. Las palabras se derrumban. Los párrafos, la arquitectura sobre la que se levantan, todo aquello que estaba sostenido se cae. Dice que no es cierto que escribir le haya servido de algo. No le ha servido para lograr expresar todo ese dolor que siente por la pérdida de la madre, aunque no sea así y aunque acabe el libro señalando que volverá más adelante a escribir sobre el tema, sobre este asunto. Y entonces, esa inutilidad, cierta o no, se convierte en la única manera de lograr atrapar ese derrumbamiento. Siempre he tenido que ser la fuerte, a mí que me gustaría tanto ser la débil, dice la madre. Ese sentimiento, esa llamada, está también en Desgracia impeorable. Pero no es solo la madre. Hay en Handke una voluntad de encontrar esa debilidad, también escribiendo. Que su escritura sea quebradiza, frente a la fuerza de sus obras. Las palabras deben quebrarse, deben ser aliento, soplo. Y entonces, caer, derrotadas. Porque nada puede esquivar esa muerte, nada puede devolver esa pérdida. Nada, nada, nada. Y en esa derrota hay algo fundamentalmente bello, aunque esta sea una palabra antigua, aunque haya alcanzado unas resonancias cursis. No. Desgracia impeorable es aterradoramente bella, aunque se tenga la sensación, escribe, de que lo que se está viviendo en ese momento, en ese preciso momento, es incomprensible e incomunicable. Encontrar la forma, una formulación adecuada para escribir. Creemos en el poder de la literatura cuando apenas si conocemos otra cosa que sus derrotas.


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