La administración del miedo, de Paul Virilio (Pasos perdidos) Traducción de Salvador Pernas Riaño | por Óscar Brox
Cuando Paul Virilio y Bertrand Richard mantuvieron esta conversation pour demain, que la editorial Pasos perdidos presenta en su versión castellana, la burbuja de la crisis apenas había estallado, Osama Bin Laden continuaba en busca y captura y todavía no había comenzado el conflicto bélico en Siria, por citar solo unos pocos ejemplos. Edward Snowden no existía a la luz de los focos mediáticos y Julian Assange aún no vivía refugiado en la embajada de Ecuador en Londres. Y, sin embargo, en esos seis años que nos separan de 2010, uno puede leer en las palabras cruzadas entre ambos una inquietante vigencia. O la impresión de que en todo este tiempo solo hemos hecho que poner en escena lo que, en algunos casos, permanecía en estado larvario. Sea como fuere, La administración del miedo dispara en varias direcciones, las suficientes como para ofrecer un certero diagnóstico sobre lo que podemos entender por nuestra contemporaneidad.
Para Virilio, ese miedo que aparece destacado en el título se puede entender en dos facetas: como entorno o mundo cada vez más claustrofóbico y estresante, marcado por una serie de acontecimientos que rebasan su localización temporal. De manera que ya no hablamos de guerras puntuales o fenómenos meteorológicos espontáneos de alcance devastador, sino de crisis bursátiles cuyo efecto escalonado no deja de dar coletazos años tras año, conflictos bélicos extendidos entre regiones, etc. Y la segunda faceta de ese miedo responde a su adscripción política. Al monopolio del Estado a la hora de administrar el miedo, de cultivarlo, en tanto que el modelo tradicional de Estado, según Virilio, se ha visto despojado de sus prerrogativas y debe convencer a la ciudadanía de que todavía está en disposición de protegerla y garantizar su seguridad física.
En La administración del miedo confluyen no pocas preocupaciones del filósofo y urbanista francés, pero son sin duda la velocidad (eje central de su obra) y la aceleración de la realidad, consecuencia directa de la primera, las que dibujan el rumbo de la conversación. La dificultad de enraizar y arraigar un proyecto de vida, la debilitación de un ethos (en su acepción de residencia, de lugar donde se habita) que ya no puede echar raíces para que broten los actos humanos, el desequilibrio del miedo que provoca que un solo individuo detente el poder a la hora de sembrarlo, los fenómenos de deslocalización industrial como herida abierta del sistema de producción….
Tras las palabras de Virilio late esa inquietud ante una manifestación contemporánea cada vez más palmaria: el miedo a estar perdiendo esa ligazón, esa relación con los lugares y con lo real. Que esto último, lo real, devenga pura evanescencia. Y con ello, la sensación de que la filosofía no termina de encontrar las palabras para hacer frente al desafío. Demasiado excedente de estímulos, demasiada shitstorm estéril, demasiada terapéutica destinada a hacernos tragar sin más. En continuo movimiento, de huida, migración o vagabundeo, sin un suelo en el que echar raíces. Deslocalizados, también nosotros, de toda praxis moral.
La administración del miedo es una obra elocuente en su manera de alumbrar las derivas emprendidas durante la última década por el mundo, por Europa y por los cambios sociales aplicados sobre la ciudadanía. La crónica de la siembra del pánico, de ese miedo que se palpa en las cosas más sustanciales. En ese derecho sometido al estado de urgencia (véase la Francia post-Charlie Hebdo de François Hollande) y en esa vida continuamente desparramada en todas direcciones, materiales y virtuales, sin un lugar al que agarrarse. Presa de un miedo que en este breve e interesante diálogo toma forma.
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