Los millones, de Mijaíl Artsybáshev (Ardicia). Traducción de Enrique Moya Carrión | por Juan Jiménez García

Mijaíl Artsybáshev | Los millones

Fiódor Ivánovich Mizhúyev lo tiene todo en la vida. Una mujer extraordinaria y millones, muchos millones, e incluso el aprecio de la gente, siempre dispuesto a ayudar, aun con una vida no muy discreta. Podemos pensar: eso no es todo, pero bueno, es bastante. Sin embargo, no es suficiente para él. No es suficiente porque en su cabeza todo eso es nada. Es nada porque todo se lo debe a sus millones. Su mujer, que abandonó a un hombre bueno por él (no: por su dinero), las amistades, que son amigos en la medida que pueden conseguir algo de él,… Mizhúyev vive siempre en la sospecha permanente de que en realidad vale lo que valen sus millones. ¿Y si se desprendiera de ellos? Sería absurdo. Ocupar un lugar que no puede ocupar, una pobreza que no puede asumir simplemente porque ha sido rico. No ha vuelta atrás.

Sorprendente libro este de Mijaíl Artsybáshev, escritor desconocido para nosotros, nueva revelación de Ardicia. Leyéndolo pensaba en Él, de Luis Buñuel. Después de todo, Los millones es un libro sobre la locura. Sobre la enfermedad. Aunque nunca se nombre, aunque nunca se utilice como recurso (y tal vez ahí esté lo sorprendente). Esa enfermedad será simplemente un modo de ser, un descenso abismal absorto en las sospechas, en la desconfianza. Una vida inútil desde el momento en que no se puede confiar en nada, en que nada es cierto. Artsybáshev no ridiculiza a su personaje, no hay ninguna sátira, ninguna ironía, ninguna broma. Al contrario: compartimos su destino y hasta sus dudas nos parecen razonables, aun como castillos de naipes.

El libro será ese descenso, paso a paso, capítulo a capítulo. Será el anverso y su reverso, que tendrá algo de perversidad. Cada pensamiento y su contrario. Cada persona atravesada por la sospecha. Cada acción condenada al fracaso. En esa sucesión de encuentros, de fríos encuentros, de encuentros heladores, la comida con los escritores será uno de esos instantes mágicos de la escritura. Un escritor enfermo, un escritor de cierta fama (admirado por Mizhúyev) que no deja de despreciarle (o compadecerle), desde el momento en que cada gesto está condenado, un escritor fracasado que no esquiva aprovecharse de él,… Cada uno de ellos será una aguja clavada, un algo que le atraviesa hasta destruirle. ¿Cómo explicar que él es uno más? ¿Cómo explicarle que él no puede ser uno más?

Pero Mizhúyev no puede vivir sin otras personas. Necesita creer en los demás como cree en sí mismo, incapaz de trasladar sus verdaderos sentimientos a los otros (o sus inquietudes). Todo nace y muere en su cabeza, pero en ese proceso, la vida se va descomponiendo a su paso. En su deriva, como él mismo dirá, cada paso que da no es nada más que un eslabón de su melancolía, y quizás sea esa la enfermedad que padece, aquella que acabará por destruirle. Sí, quizás solo sea esto. Una historia de la melancolía. De la melancolía de tener un montón de millones, de ser el hombre más rico, de temerle a todo, de pensar que vales lo que valen esos millones y que nunca nadie será capaz de ver más allá, de encontrar ese otro. Y perder, perderlo todo. El sentido. Todo.


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