La flor de lis, de Marosa di Giorgio (Wunderkammer) | por Francisca Pageo

Marosa di Giorgio | La flor de lis

Querida Marosa:

Ya es primavera y se ven las golondrinas por los tejados. Ya es primavera y lecturas como esta tuya me entrelazan con un mundo que creemos perdido pero que está ahí para que tú me lo ofrezcas, con tanto esmero y parsimonia. Porque es en las flores donde anidan tus sentimientos, tus esperanzas, tus anhelos. Es en este estudio que realizas sobre el mundo que puedo encontrar yo también mi mundo natural y mi erotismo que cae y cae y cae hasta lo más hondo del abismo. 

Tus palabras enmudecen a cualquiera, y este libro solo lo podías haber escrito tú, bella dama, bella flor de loto flor de lis que emerge sobre las aguas superficiales de las fuentes. Este mundo fantástico lleno de feminidad que recorre las chacras, esas granjas latinoamericanas como la que habitaste desde tu más tierna infancia: está lleno de vírgenes, de flores de todos los tamaños y todos los colores y todos los olores; está lleno de animales y está lleno de ti. Tú que desprendes viveza y alegría y una extraña pasión por ese mundo que subyace bajo la poesía que logras transmitir.  

Es esta una prosa poética que nutre, que altera la vida pues la seduce y la endurece. No es una prosa fácil, pues tú tampoco lo eres. Eres una mujer compleja que ilumina las cosas allá por donde pasas. Iluminas a tu familia con tus cantos, iluminas los jazmines con tus palabras. Flor de loto flor de lis que vives entre la naturaleza, entre los conejos y entre las zarzas que crecen silvestres a tu alrededor. Esos ojos de precipicio que lanzas a sobre la vida, pues solo de esa manera encuentras el abismo y lo habitable en ella. Ojos de precipicio que miran y miran a su alrededor y miran tan hondo que hasta eres capaz de sacar todos los aromas y los colores de todas las flores con las que te cruzas. 

Eres aquí toda tú. En estas palabras te transformas y vives. En estas palabras escoges lo que quieres sentir y te retuerces como una flor que va marchitándose hasta dejar caer sus pétalos sobre tierra mojada. Tierra de lluvia. Tierra que riega al cuerpo y a los animales. Tu erotismo es así, también, tierra húmeda. Son los lirios y las orquídeas que rodean tu cuerpo hasta hacerlo gemir. Y tu voz también gime y es tan potente, tan viva y tan esplendorosa que eres capaz de hacernos estremecer a nosotros también. Tus palabras son el tierno amago de la alevosía primaveral, es la primera palabra del mundo en este mundo terrenal. Te sientas cerca de las ventanas y miras por ellas y nosotros a través de ellas te miramos a ti. Eres tierna y eres dulce, y tu mirada es inocente pero también pilla y pícara. 

Hoy, cuando te escribo esta carta, gorjean los pájaros. Apenas son las ocho de la mañana y puedo sentirte aquí a mi lado, susurrándome con tu voz de niña-adulta, de adulta-niña, pues nunca terminaste de ser inocente y siempre tuviste una mirada observadora y analítica que busca y busca hasta encontrar luz y revuelos y a veces algo de paz. Revolotean los pájaros por el cielo y un mirlo negro se posa en la cara del cura. Este mirlo que tiene tus ojos y me mira como yo te miro a ti, o eso quiero creer. Eres una bruja. Embrujas y conjuras con tus palabras aquello que más queremos a nuestro lado: la poesía, la lírica, la belleza de un día nublado pero también de ese sol que da a las plantas y a las flores hasta metamorfosear su apariencia. Eres agua que cae, como así también eres agua que corre. Eres el semen de las flores, convertido en mujer. Flor de loto flor de lis que te apareces sobre la poesía, sobre los cantos de esta naturaleza que creíamos perdida y que tú nos has ofrecido en este libro. 

Quédate a mi lado. Protégeme con estas flores que me ofreces, como una ofrenda a la vida, a lo que presiento mundano y tú mitificas. Sincera y poderosamente tuya, una lectora que quiere leer más tuyo, que quiere profundizar más en ti, que quiere que la amarres con tus conjuros de flor de loto flor de lis. 


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