Las desventuras del príncipe Sternenhoch, de Ladislav Klíma (Libros del Silencio) Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús | por Juan Jiménez García

Ladislav Klíma | Las desventuras del príncipe Sternenhoch

Hay escritores cuya vida vale tanto como su obra, aunque sea por el simple motivo de que han hecho de ella, voluntariamente o no, parte de esta última. Ladislav Klíma sería uno de ellos. Su literatura es tan importante que ha sido reivindicado por escritores como Bohumil Hrabal o Milan Kundera, y su vida llegó a ser tan insignificante que, dicen, acabó comiendo gusanos y siendo el más pobre entre los pobres. El mismo año de su muerte, tuberculoso, apareció publicado Las desventuras del príncipe Sternenhoch, y ahora deberíamos decir que es su legado existencial o algo así. Pero no, por qué iba a serlo… Lo cierto es que su autor siempre estuvo más cerca de la filosofía que de la narrativa, y no es menos verdad que este libro es una conjunción absolutamente arrebatadora de ambas cosas. O de muchas. Porque el cóctel es abrumador. ¿Y el resultado? Muy divertido.

Con este título es inevitable que Goethe nos venga a la cabeza. Frente al espíritu romántico de Werther y la imposibilidad del amor, Sternerhoch es el espíritu grotesco y ya no la imposibilidad del amor, que también, sino sus peligros. El príncipe Sternerhoch es un grande. Seguramente el consejero más afecto al Emperador Guillermo, y un claro sucesor de Bismarck. En una de esas fiestas a las que se entrega noche sí y noche también, nuestro nada apuesto protagonista se encuentra con Helga (también conocida posteriormente como Daemona), una muchacha de diecisiete años (frente a sus treinta y tres) que le parece absolutamente horrenda pero por la que siente una extraña atracción. Al punto que se va a pedir su mano a su disparatado padre, el cual la muestra como el ser más despreciable del mundo, de modo que por él encantando.

El matrimonio se consuma, la primera noche responde a algún tipo de expectativa, pero, a partir de ahí, las puertas del infierno se abren para el príncipe: se acaba de casar con el demonio en persona. En fin, algo parecido. Al humor se le sumará, como decíamos, lo grotesco, y con él algo así como la novela gótica, con espina dorsal filosófica próxima al individualismo y a Nietzsche. El sueño, el sueño delirante, se convertirá en pesadilla, no menos delirante. No es que nuestro personaje estuviera muy convencido de sus actos, pero sus actos se han vuelto contra él. Nada le será ajeno en su caída y en su locura, y se entregará a los actos más disparatados, que incluyen la brujería. Klíma, desde su cómoda posición de escritor en descomposición (física), arrasará con todo lo que encuentra a su paso. El Imperio (impagable el retrato que hace del Kaiser), la nobleza (desde el propio Príncipe a su suegro, pasando por sus amigos y sus orgías), el amor (ese producto de desventuras cuando uno puede estar tan contento entre damas de gustos alegres y efebos), la medicina,… Todo.

La habilidad de Ladislav Klíma para entrecruzar todos estos elementos es asombrosa. Sin abandonar el humor, todo se va entrelazando para ofrecernos un retrato de una sociedad que llegaba a su final y de la que ya no se podía esperar mucho, más que se destrozara en alguna otra guerra. Quizás decir sociedad era demasiado, palabras mayores. El escritor checo vivió en sus propias carnes el signo de los tiempos, confuso y entrelazado de tantas cosas, y así escribió, con esa voracidad que solo pueden tener los muertos de hambre. Quién sabe si volveremos a encontrarnos con él. Lo editó Libros del Silencio, para más tarde desaparecer. De nuevo nuestro mundo que conocemos se nos antoja demasiado pequeño.


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