Lo que no se dice, de varios autores (Dos bigotes) Ilustraciones de Raúl Lázaro | por Óscar Brox
Pese a su progresivo aperturismo, la sociedad española alberga todavía no pocos clichés y prejuicios en torno a la sexualidad. Ya sea en una esfera o en otra, en una etapa madurativa o en un ámbito profesional, no resulta difícil divisar una serie de lugares comunes alimentados por silencios, confusión y grandes dosis de moralismo. Ese que, a grandes rasgos, ilustró aquella España cañí que se caracterizaba por explorar (y explotar) lo prohibido desde la trastienda. La editorial Dos bigotes apuesta, en su nueva iniciativa editorial, por una antología de relatos inéditos que ponen en el disparadero toda una serie de tópicos relacionados con la homosexualidad y su expresión, represión, celebración u ocultamiento, según el temperamento de cada autor.
Como en la mayoría de antologías, el resultado es tan rico en heterogeneidad como en objetivos. Cada autor es hijo de una época diferente y dueño de un estilo propio, tanto si acerca su escritura hacia un tono irónico como si dibuja con sus palabras los contornos de su propia biografía. En este Lo que no se dice abunda, precisamente, todo aquello que por su incomodidad se esconde o disimula; todo aquello que, porque se esconde y disimula, hay que explorar con confianza y, por qué no, también gracia. Así, Luisgé Martín aborda en su historia el mundo cerrado del fútbol, tan naturalmente homoérotico como decididamente reprimido, para narrar un relato de pasión entre dos hombres que explota sobre el campo de juego. Entre golpes y patadas, en el saque de una falta, como un juego de atracción y desprecio que se larva partido a partido, a través de la voz de su narrador. Sin ocultar su sarcasmo, Martín presta el aire triunfalista de un deporte que glorifica las virtudes físicas de sus participantes para construir la pequeña odisea de su protagonista en busca de ese amor prohibido que lo reúne sobre el césped junto al adversario del equipo rival.
Sarcasmo, también un imaginario grotesco de taberna y sacristía, es lo que utilizan autores consagrados como Eduardo Mendicutti y Luis Antonio de Villena para conjurar, entre espasmos de placer literario, dos de los emblemas de la vieja España: los toros y el ejército. En sendas miniaturas de una prosa brillante, ambos autores se sueltan la melena y, armados con los mismos tópicos que alimentan sus tradiciones, embisten decididos contra el universo varonil del toreo (a través de un menage à trois entre torero, apoderado y admirador) y la mili (con ese submundo de gestos homoeróticos, duchas vacías y ambiente castrense). Espacios en tinieblas, en los que nada parece existir más allá de la mirada heterosexual, que Mendicutti y Villena revientan (y reinventan) con sus propias armas, en sendos retratos donde lo tierno convive con lo grotesco, lo personal con lo político.
No todo en Lo que no se dice apuesta por la desmitificación de esos lugares comunes, también hay espacio para la preocupación. Fernando J. López centra su interés en esa adolescencia que mira, con cierta turbulencia, las dificultades para expresar su identidad sexual, entre la incomprensión y ante la cobardía de quien prefiere negarla; Óscar Hernández pone en escena el universo estrecho de las pequeñas poblaciones y el conflicto familiar que bloquea la posibilidad de su protagonista de vivir tranquilamente su homosexualidad; y Óscar Esquivias traslada todo ese caldo a un relato de catequistas y seminaristas en el que la lucha por las pasiones (por revelarlas o por enterrarlas) revela la distancia en la que unos y otros se encuentran a la hora de desvelar la realidad. Solo Lawrence Schimel, en un luminoso relato con el flamenco como telón de fondo, refleja esa imagen completa, de confianza y tolerancia, en la que la sexualidad se experimenta como algo natural, donde la educación no interpone valores morales que entorpezcan su expresión.
Más allá de sus respectivas necesidades, Lo que no se dice es también una buena ocasión para tomar la temperatura literaria al estilo y la estética del relato más o menos breve. Y si bien, como en toda antología, los hay mejores y peores, esta selección de historias destaca por el gusto con el que sus autores han abordado la tarea, que eleva el valor de algunas propuestas por encima de su necesaria vindicación. Es el caso de Hipocampos, de José Luis Serrano, una pequeña joya, a caballo entre la estética gay de Fassbinder y Eloy de la Iglesia, delicada y grotesca, que construye una fábula alrededor de la desdichada historia de una pasión destinada a marchitarse. Antología literaria, reivindicación política y celebración estética, Lo que no se dice es una interesante guía para moverse en torno a clichés y arquetipos, para desmontarlos y desnudarlos, para reflexionar sobre su poder y ensayar gestos de subversión.