El nacionalismo ruso moderno, de José M. Faraldo (Báltica) | por Juan Jiménez García

José M. Faraldo | El nacionalismo ruso moderno

Publicado hace un par de años, la actualidad (ese concepto tan difuso y, desde hace un tiempo, tan absurdo) trae a primera línea un libro como El nacionalismo ruso moderno, de José M. Faraldo, publicado por Báltica (que en su colección Pequeña Europa nos ayuda a entender las dudas de este presente continuo en la Europa Central y del Este). Cierto que el libro se detiene, ampliamente y en el caso ucraniano, en la anexión de Crimea y Sebastopol y los problemas del Donbás, pero no es menos cierto que ahí están ya (como no deja de anticiparnos José M. Faraldo) las causas de la guerra actual de una manera palpable, tanto que lo sorprendente, tras su lectura, es que a alguien asombre lo sucedido. Pero este no es un libro sobre la relación, la compleja relación, Rusia-Ucrania, sino sobre el nacionalismo ruso (aunque una cosa implique a la otra), que nos ayuda a entender toda esa confusión de conceptos en los que nos movemos, en buena medida porque estamos en tiempos en los que todo el mundo sabe de todo cuando no sabe de nada. Y no es una cuestión de confusión de las ideas, porque no te puede causar confusión algo que no existe y que no son más que opiniones basadas en la nada más absoluta o, peor, en impresiones, rumores y conversaciones de barra de bar.

Por que lo primero, lo fundamental, es de qué hablamos cuando hablamos de nacionalismo aplicado al caso ruso y, lo segundo, es de qué hablamos cuando hablamos de Rusia. Y ahí, y gracias a libros como este, todo cae para poder ser levantado de la manera correcta. Porque el nacionalismo ruso está más cerca de una nostalgia del pasado (incluida o, sobre todo, la Unión Soviética, que no el comunismo) que de una reivindicación histórica (que tampoco necesitan). O porque pensar que Rusia sigue siendo un país “de izquierdas” (horror) cuando es ultraconservador en prácticamente todos sus sentidos, desde un capitalismo feroz hasta la privación de libertades en pos de un absolutismo putiano. y así desde hace mucho. Un país (y esto es esencial) que no necesita de otros. Con un sentimiento trágico de la vida, que le lleva a sentirse víctima de las prepotencias europeas o estadounidenses, y que ni tan siquiera confía en China, por más que ese sentimiento trágico los lleve a ser compañeros contestatarios de viejos órdenes que aún se considera que pueden seguir vigentes.

Y ese replegarse sobre sí mismos, aunque no tiene ningún afán expansivo, si tiene un fuerte componente de pérdida de los espacios propios, lo cual justifica, como estamos viendo, la reivindicación e incluso anexión por la fuerza de aquello que consideran suyo, como las zonas de amplia población rusa, sin pretender ir más allá pero con una importante obstinación, que se fundamenta tanto en los tiempos de la Unión Soviética como en los de la Rusia zarista, cogiendo “lo mejor” de cada casa. La restauración de la religión ortodoxa o la glorificación de la Gran Guerra Patria (para nosotros, la Segunda Guerra Mundial), por la que, a costa de su sangre, derramada a raudales, liberaron Europa. Y la liberaron incluso con la oposición de países como Ucrania (y ahí viene uno de los fundamentos, débiles o no, de los tiempos actuales), proclives al fascismo.

Así pués, El nacionalismo ruso moderno, derriba débiles castillos de cartas sin pretenderlo, simplemente reflexionando, desde una perspectiva histórica, sobre la evolución de este nacionalismo ruso (y hay que insistir en no separar los dos términos, puesto que poseen un significado único), lo cual no justifica obviamente nada, ni pasado ni futuro (otra de las tendencias actuales: verlo todo como una justificación de peregrinas teorías), sino que nos permite entender, que no es poco. Y mientras la Historia siga convertida en un cúmulo de intereses que dan para los titulares de un puñado de telediarios y algún grito (y muchas tonterías) en tertulias (qué grande queda ese nombre), serán necesarios libros como este, que nos permitan formarnos una idea propia, siempre aproximada, de las cosas de este mundo. Entenderlo como una sucesión de acontecimientos y no como la locura temporal y sorprendente de un hombre, sea este quién sea.


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