El excomulgado, de José Giovanni (Akal) Traducción de Esperanza Martínez Pérez | por Juan Jiménez García
Hay que leer más a José Giovanni. Resulta un poco extraño que uno de los pilares del polar francés (tanto a nivel cinematográfico como literario) no haya tenido demasiado fortuna en nuestro país en lo que a ediciones se refiere (hasta él mismo se lo preguntaba). Sin embargo Akal, en su esencial Serie negra, parece empeñada en poner remedio a esto. Y así, tras La evasión y A todo riesgo, le ha llegado el turno a El excomulgado, cuarta novela del escritor francés.
En ella, seguimos los pasos de Roberto La Rocca, un personaje misterioso, llegado de una lejana Sicilia hasta Marsella, que parece intimidar a todo aquel que oye su nombre o, mejor, su apodo. Tipo de pocas palabras y negra mirada, La Rocca tiene en mente solo una cosa: salvar a su otro yo, su amigo desde la infancia, Xavier Adé, que ha ido a parar a la cárcel en lo que todo parece indicar que es un montaje. A partir de ahí, la historia se prolongará a través de los años, desde entreguerras hasta la posguerra.
Giovanni no partía de la nada. Había conocido en su tiempo a un personaje del hampa en el que se inspiró para su protagonista. Así, pretendía trazar el retrato de un hombre de su tiempo que, tras su paso por prisión y la guerra, había vuelto a una época que ya no se correspondía con sus métodos e ideales, lo cual no podía traer muy buenas consecuencias.
Si hay algo que caracteriza (o al menos caracterizaba) al polar o policiaco francés, es que se solía centrar más en las aventuras y/o vidas de los delincuentes que en las de los policías. Pese a que hay un buen número de detectives memorables (Maigret o San Antonio, sin ir más lejos) seguramente lo que más recordamos son sus gánsteres. Giovanni no solo no fue ajeno a eso sino que como escritor y guionista tuvo buena parte de culpa. Y no es que en ello hubiera algo así como una glorificación del delito, sino que más bien jugaban en un terreno en el que la palabras honor, amistad, traición, tenían algo más de espesura de lo habitual. El excomulgado, en ese sentido es ejemplar. El personaje de La Rocca es terrible con sus enemigos, pero insobornable con respecto a sus amigos o sus amantes. Su vida está construida alrededor de ellos, y si todo debe cambiar para ajustarse a los problemas que puedan tener, se cambia, sin ningún atisbo de duda. Y, con todo, no deja de ser un solitario, uno más en la larga lista de solitarios del noir francés.
A través de una narración seca pero fluida (como si las palabras se impregnaran de la manera de estar de sus personajes), Giovanni construye un relato que no deja de remitirnos a su experiencia como cineasta. Las imágenes surgen espontáneamente y no es difícil imaginar (como así ocurrió) a Jean-Paul Belmondo en la piel de su protagonista. Podemos imaginarnos cada plano, cada movimiento de cámara, en una experiencia singular, dado que tampoco implica ninguna pérdida literaria. El Giovanni guionista es pues inseparable del Giovanni escritor. Y en todo irá dejando sus trazos, que también caracterizan a esa literatura negra francesa de la que él fue pieza fundamental: la política (la corrupción), la policía amable pero implacable, la prisión y la podredumbre, los bajos fondos, la condición humana. Un espacio, un ambiente, del que en definitiva solo se puede escapar de una manera: con los pies por delante.
Como curiosidad hay que señalar que la novela fue adaptada dos veces al cine: una por Jean Becker, en la que fue su primera película, con el título de Un tal La Rocca, y otra por el propio Giovanni, ajustándola más a su contexto histórico, con el nombre de novela, aunque en España, por eso de echarle imaginación (y de paso jugar a la ceremonia de la confusión) se llamó El clan de los marselleses.
Buen artículo, pero hecho en falta un rapapolvo a Akal por el texto de la contracubierta, donde el protagonista pasa de Roberto La Rocca a Roberto Borgo (nombre del personaje de la adaptación cinematográfica de Giovanni), y que en la contraportada aparezca un copyright de Gallimard de 1972, cuando la novela es de 1958.
Un saludo,
Gracias Jordi por tu comentario. Esto puede hacer gracia, pero no suelo leer las contraportadas (y cuando las leo, la verdad es que algunas parecen escritar por alguien que no se leyó la novela… y que no sabe muy bien de qué va). Es una lástima que no se cuiden esos detalles, sí. En cuanto a lo del copyright, no sé como está el tema. Si que he visto que a veces se renueva el copyright años después, pero no sabría decir a qué se debe…