El gran libro de los gatos, de VV.AA. (Blackie Books) | por Almudena Muñoz
Un recopilatorio de gatos literarios en un sello con perro como editor jefe y en manos de una lectora poco amiga de los mininos. ¿Qué puede salir mal? Es evidente que, si se ha producido el milagro de unir opuestos, es porque se ha dado con una fórmula que funciona muy bien.
Tras El gran libro de los perros, también editado por Blackie Books, Jorge de Cascante repite experiencia, pero nada formulaica. Allí donde los perros de ficción y no ficción revelaban el lado más amable, optimista y sensible de los libros y los autores tras ellos, aquí los gatos aportan ese ingrediente tan necesario para la supervivencia de la literatura (y de nuestro interés en ella): los enigmas, el misterio y la capacidad de seguir planteándonos dilemas universales, como por qué un gato permanece impasible ante un gran danés, pero no un pepino.
El humor estructura la antología, a pesar de ser una actitud poco frecuente al hablar de gatos. Tal vez es la forma más efectiva para superar nuestros egos heridos porque estas mascotas no nos hacen caso; o para aceptar que, a pesar de su indiferencia, se les llega a querer más que a muchas personas acarameladas. La variedad de voces reunidas en el tomo es otra fiesta por la paz incluso en debates tan intensos como ¿eres una persona de perros o de gatos? Mezclar en un mismo epígrafe a Baudelaire o Cortázar y plumas jovencísimas es un arqueo de espalda feliz y despreocupado, indiferente a los bufidos que puede despertar en quienes entienden sólo de generaciones y bandos separados. Escritores, poetas y cantantes que odian a los gatos, que viven obsesionados por su compañía, que los convierten en ángeles de la guarda y en espíritus infernales. Criaturas de verso bobo, de ensayo espeso y novela satírica y de costumbres. Realmente el gato es líquido: lo da todo.
Hay que celebrar los libros que te dan la alegría de descubrir piezas nuevas y de tropezarte con tus clásicos más personales («estaba el señor Don Gato sentadito en su tejado»). Una clase de libro que, quienes recelamos de los felinos domésticos, cogemos con la confianza que nos falta: un animalito que complace, no defrauda y, si araña el alma en alguna frase, enseguida lo compensa con otro dulce maullido.