Conocimiento de la tarde, de Joë Bousquet (Galaxia Gutenberg) Traducción de Ángel Sánchez Rivero | por Juan Jiménez García
Una pregunta originaria, de largo aliento: ¿La poesía debe ser entendida? En realidad, ¿el arte? Podemos pensar en la necesidad de transmitir que tiene cualquier manifestación cultural (o debería tener) y entonces… entonces cometeríamos el error de pensar que solo lo comprensible es capaz de transmitirnos algo. Empezarían a desmoronarse fortalezas construidas en desde el siglo pasado y aun antes, pero también todo un arte antiguo, porque nos puede resultar igual de incomprensible una obra abstracta que una pintura prehistórica (aunque sea por diferentes razones… o no). El error es pensar que transmisión e inteligibilidad están relacionados y nos alejamos del misterio. Decía Junichiro Tanizaki que el arte occidental era un arte basado en la luz, mientras que el arte japonés se basaba en la sombra, y tal vez esa necesidad de luz ha impregnado nuestra aproximación a las cosas. Cierto. La poesía de Joë Bousquet es profundamente simbólica mucho después del simbolismo, es profundamente surrealista sin pretender ser surrealista (con todo, apreciada por estos), hermética, impermeable, y, sin embargo, capaz de alcanzarnos, de herirnos, llena de imágenes, de asociaciones, de relaciones que pueden escapársenos. El prólogo de Ángel Sánchez Rivero (también traductor) nos ofrece algunas claves y nos aleja del riesgo de interpretar al poeta francés a través de su vida (no olvidemos Traducido del silencio). El riesgo de pensar en su inmovilidad, en su parálisis, herida de guerra que marcará el resto de su vida. Podemos detenernos en su relación con las mujeres, en las dificultades de ser. Intentar avanzar en la oscuridad del bosque, entre árboles apretados, ramas entrelazadas, orientándonos con estas pocas cosas que en realidad constituyen su vida. Pero no, las piezas siguen sin encontrar su encaje. Y no encuentran su encaje porque no están hechas para ser encajadas, encorsetadas. Si hay algo en lo que creemos ver su inmovilidad es precisamente en esa búsqueda de la libertad de una poesía que escapa a una condición reveladora. Conocimiento de la tarde es una invitación a lo desconocido. Una sucesión de encuentros enraizada en un mundo antiguo que se vuelve nuevo, inédito. Tu huida es el pájaro azul de los días, dice. Y comprendes, mucho después, tal vez antes, que el significado no tiene ninguna relación con la belleza. Más destellos, deslumbramientos, iluminaciones: Donde vibraba el enjambre de los días huidos; Cuando lo negro ronda entre las dudas de la noche; la tierra en la que toda noche es solo la obra de una tarde; lo borra en un mundo extinto desde siempre; Mi corazón cansado de vivir a medias. Etcétera. Confiarse a la fuerza de las palabras, a la rotura de nuestra linealidad, ser abstractos, pero conservar la forma, enfrentarse a un eterno comienzo, a un aprenderlo todo, aprehenderlo todo, encontrar en nuestro interior (sin ninguna búsqueda que preceda a ese encuentro), desprendernos de nuestro cuerpo para encontrar, en aquello que queda, algo. En ningún momento busqué en Conocimiento de la tarde algún lugar al que asirme. Dejarse llevar, desvelar, revelar, mostrar. Solo así llega el temblor, el escalofrío. Joë Bousquet, prisionero de sí mismo y de sus deseos, no construye prisiones de significados. Si algo quiere decir, solo a él le pertenece. Desprendido de ese yugo, nos entrega la conmoción, es decir, el impacto contra la emoción. A veces, alguna que otra vez, uno piensa que vivir no es avanzar sino volver. No es atrapar, sino dejar ir. Abandonarlo todo.