En la materia del mundo, de Eva Fernández del Campo (Ediciones Asimétricas) | por Francisca Pageo
Eva Fernández del Campo es profesora de arte asiático y arte contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid y dirige el Grupo Complutense de Investigación “Trama”, dedicado al estudio de la transculturalidad y la hibridación entre el arte de Oriente y Occidente. En este libro, En la materia del mundo, Fernández de Campo nos da a conocer la escultura hindú, la indianidad de la que nos habla Stella Kramrisch en su parte más táctil, más palpable -¿qué es si no la escultura ese arte que puede ser tocado? La autora nos muestra así, en diversos apuntes, mil años de historia, desde el s.V hasta el s.XV de esta nuestra era en el campo escultórico hindú.
A través de diferentes teóricos, Fernández del Campo nos señala los significantes, los porqués y las materialidades de la escultura India. Rabindranath Tagore señalaría al arte indio con un simple propósito, hacer palpable lo divino y transcendental en este mundo material. Obviamente, así el arte hindú sería un arte profundamente simbólico, pero la autora nos indica que no sólo se quedaría en ello, sino que sería un arte de los sentidos por la inmensa carga de sensualidad que desprende. Lo interesante de este arte es que nos permite palpar lo sublime, lo transcendental, sin que nosotros nos demos ni siquiera cuenta. El arte indio, además, no trata de representar su entorno, pues el artista no imita a la naturaleza, sino que toma de ella la lógica de su actuación para proceder. El arte hindú es así un arte de intuiciones extremadamente natural.
En la India, la arquitectura y la escultura no se consideran distintas, pues ambas crecen juntas y en absoluta simbiosis. Ellas nos ofrecen una cosmovisión de la relación entre el hombre y lo terrestre, llevando así a cabo un eje fundamental del pensamiento, vida y arte humanos. Toda escultura lleva en sí misma una expresividad que actúa como resultado de la tensión que la alimenta. La interacción de la escultura hindú con el mundo tiene como resultado una profunda declaración de intenciones, que arte y naturaleza no se hallen separados ni escindidos, sino unidos, siendo uña y carne y ambos siendo el mismo material. Eva Fernández del Campo nos señala esculturas (casi todas ellas procedentes de templos hindús) y lleva a cabo un glosario de cómo se escenifican, cómo actúan, cómo viven con el entorno. Pareciera que las esculturas no sólo nacieron de esa unión trascendental y terrenal, sino que nacieron de la misma naturaleza divina; pues nos narran esa mitología tan pura y llena de matices como lo es la hindú. Lo maravilloso de esta escultura es que pese a ser tan primitiva, se vuelve totalmente atemporal, como si esa representación de los dioses y diosas no fueran sino ellos y ellas mismas conjurándose, mostrándose a este mundo.
Con este libro hallamos una imprescindible historia de la escultura hindú, pues la autora reúne lo básico, lo esencial y primordial para adentrarnos en ella. Y no sólo eso, sino que también vemos a través del arte escultórico los contextos sociales, religiosos y políticos que sucederían en Oriente a lo largo de diez siglos.