Al margen / Cita, de Elfriede Jelinek, Adan Kovacsics (Temporal) Traducción de Adan Kovacsics | por Francisca Pageo
La lengua. Anotaciones sobre un discurso.
- Leemos el discurso pregrabado que Elfriede Jelinek dio ante el Premio Nobel que se le otorgó. Jelinek nos habla de la lengua. De la de la boca, de la del lenguaje, pero también de la de la escritura. Toda escritura precede de una lengua como toda boca se articula por medio del lenguaje y de su lengua.
- Conectamos sintaxis. Conexiones relativas entre lenguas, entre escrituras. Conectamos con ¿qué nos quiere decir exactamente Jelinek? Hay un discurso sobre la praxis del querer contar, querer decir. Para contarlo, ha de distanciarse su propia lengua de ella. Ha de reconocerse en la lengua y nosotros también debemos hacerlo para entenderla. Entender la lengua es darle movimiento, es ser conscientes de que la tenemos, que la lengua es el medio y también el fin
- La lengua no puede percatarse de ella misma. Somos nosotros quienes debemos darnos cuenta de ella. Hacerle el discurso, darle un uso. Jelinek discurre de una manera que para entenderla debemos ser capaces de trasladar su lengua con nuestra lengua. Debemos darle un morreo, o una caricia, o un lametazo. Lengua por lengua y habremos confluido en una respuesta, una conclusión, una consecuencia. La lengua palpita y nos define. Nos tramita hacia un lugar más allá de lo primigenio, al margen de todo lenguaje, todo escrito. Si la lengua de Jelinek nos lame, habremos comprendido qué quiere contarnos.
- Para llegar a la conclusión final debemos decidir si lo que nos cuenta Jelinek es un discurso narrativo o conclusivo. No seremos capaces de decidirnos, la lengua está en todos y está en nadie. Lengua, lenguaje, escritura. Solo una escritura sobre el discurrir del lenguaje nos propicia hacia un nuevo tipo de discurso en el que la metáfora impera. Jelinek usa la metáfora y la retuerce hasta retorcernos nosotros. Directamente: nos da un morreo.
La señal.
- Citar viene del latín citō, citāre que vendría a significar poner en movimiento, hacer venir, convocar.Si citar pone en movimiento, hace venir y convoca, el resto se mantiene en pausa y en silencio. Y asimismo es lo que sucede cuando Kovacsics nos habla de la citología precursora de filósofos. Ante ellos, todo es convocado.
- Citar es dar una señal, hacer una aparición. Una cita quita una máscara, revela.
- Las citas en la obra de Jelinek vienen dadas por su entendimiento con Karl Kraus. Y debe ser por eso que yo tal vez no la entienda del todo. No he leído a Kraus, pero Jelinek cita a Ibsen, la Orestíada, a Heidegger, Celan, Hölderlin… Todo se cita para desmitificar la lengua, el discurso que la modernidad ha llevado a cabo. Como bien dice Kovacsics: “los textos de Jelinek no se entienden sin sus pretextos, esto es, sin los textos previos que afloran en ellos”.
- “Lo significativo es el lenguaje unitario de las personas, no las personas en sí”. Kovacsics desnuda la lengua y nos comenta cómo de importante se vuelve hacia la prioridad ante el ser. Pero ¿no es necesaria una conciencia precesora de la lengua? No me siento del todo de acuerdo con Kovacsics ni con lo que nos quiere hacer ver de Jelinek.
- Las citas son añadidas, no son parte del texto resultante. De este modo: “el arte de citar y sobre todo el arte de citar sin comillas ––como hace Jelinek–– es el arte de desaparecer”. Lo propio y lo ajeno se entremezclan y no se sabe cuando la lengua es de una persona o de otra: la lengua se hace una, un lenguaje para ambos.
Conclusión.
Lean este libro y serán trastocados por el propio lenguaje hablado, dicho y pensado. Dos lenguas hablan, pero no son solo dos lenguas, son también otras lenguas que nos han precedido. Que ya estaban ahí antes de estar nosotros. Conocer la lengua y ser partícipes del lenguaje nos convierte en personas con conciencia, y debemos anteponerla antes de darle uso a nuestra boca. Por eso esta reseña son simples anotaciones. Una no puede ver la lengua que gesticula en su boca, tiene que ir más allá, tiene que ir a la lengua de la otra persona, ponerse al margen, ser capaz no solo de hacer un monólogo, sino de hablar, de que nos den un morreo, de que las escrituras confluyan hacia otro tipo de discursos o lenguajes.