Hay un rey loco en Dinamarca, de Dario Fo (Siruela) Traducción de Carlos Gumpert | por Juan Jiménez García

Dario Fo | Hay un rey loco en Dinamarca

Si hay algo que Dario Fo, hombre de teatro, conoce bien, es el monólogo, un género al que se ha entregado con pasión en los últimos tiempos, buscando conectar directamente (y didácticamente) con el público. A través de la recuperación de distintos protagonistas de la historia, de determinadas obras de arte o de acontecimientos varios, Fo confronta su visión humanista del mundo, social y fundamentalmente libre. La edad, ya cercano a los noventa años, tal vez ha tenido algo que ver en que ahora, esos monólogos, se hayan trasladado de algún modo a la escritura. Tras Lucrecia Borgia, la hija del Papa, editado igualmente por  Siruela, nos llega ahora Hay un rey loco en Dinamarca.

El rey loco en cuestión es Cristián VII, al que las circunstancias llevan al trono a los diecisiete años. Su padre acaba de morir, su madre había muerto cuando el apenas tenía dos años, y le queda un madrastra, reina madre, con una ambición desmesurada, de cuento de hadas. A su vez tiene un hijo, solo dos años más pequeño que Cristián, y todo eso junto da para no pocos complots. El caso es que el rey está loco. Esquizofrenia seguramente. Su humor varía según los días y los momentos y, de cuando en cuando, no conoce a nadie. Y cuando no conoce a nadie puede ser temible. Sin embargo, en esos momentos en los que él es él y no otro, tiene algo que a los ojos de los demás lo convierten en un loco aún más peligroso: es un reformador. Un adelantado a su tiempo. Estamos, cierto, en el siglo de las luces, pero eso es cosa de intelectuales. Los reyes, corte, nobleza y otras hierbas, van por otro lado, un camino bien trazado por la costumbre y el látigo con los demás. Para la revolución francesa faltan veinte años. No es poco.

Por lo que respecta al día a día, se ve en la necesidad de casarse, y para eso le buscan una princesita galesa de la Gran Bretaña, que queda encantada con tan singular y sensible personaje, pese a que en ningún momento se le oculta, de pensamiento y obra, que el rey está loco. Por lo que respecta al día a día de los demás, Cristián VII es un hombre leído y, con todo, conoce al médico Johann Friedrich Struensee, avanzado de su tiempo en su idea de las cosas. No tardará en convertirse en el hombre de confianza del rey y también en llevar el reino. Sus ideas, compartidas con el monarca, pasan por cosas tan increíbles en su tiempo como abolir la esclavitud, la mejora de la vida de los campesinos (ellos mismos esclavos de hecho), incluso entregándoles tierras, acabar con los privilegios que disfrutaban los nobles, eliminar la pena de muerte o la libertad ideas y prensa.

Dario Fo se encuentra, pues, en su terreno, entre la locura y la libertad, en un escenario inédito (escondido en los recovecos de la Historia), lleno de personajes igualmente dispuestos a vivir su vida por encima de la de los demás. Para ello, se enfrenta a los primeros años del reinado con una reconstrucción de los diarios de los distintos protagonistas (estaba muy a la moda escribir diarios entonces, nos cuenta), mientras que en una segunda parte abandona esa multitudinaria primera persona para entregarse a una reconstrucción más propia, más ensayística (que en realidad es la que más se acerca a su concepción teatral del monólogo, meditada y brillante, ligera y llena de ideas). Todo para componer el relato de una utopía avant la lettre, escrita desde el poder, que llegó a hacerse realidad, pese a todo. Misterio de los hombres.

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