Hijas de la loba blanca, de Dara Lobeira (Ediciones en el Mar) | por Francisca Pageo

Dara Lobeira | Hijas de la loba blanca

Los cuentos siempre tienen algo de ancestral, algo de mitológico, y aunque no nos hallemos aquí ante uno, sino con una novela, podemos apreciarla como si de un cuento antiguo se tratara. Dara Lobeira, antes Dara Scully, nos sumerge en un mundo donde la metáfora está viva, donde la metáfora se eleva sobre las palabras para darnos una imagen visual repleta de belleza, armonía y elocuencia. 

Con Hijas de la loba blanca estamos ante el retrato de una familia que no sabemos en qué época ubicar, donde la protagonista principal, Vera, hará un hermanamiento con una loba de la que se declarará hija. Hija de la loba e hija de los bosques, pero no estará sola. Con ella estará su hermana Agatha y su hermano Jenn, que bajo la rígida mirada de su padre pastor de iglesia llevarán una vida entre el mundo salvaje y el mundo del hogar, de la casa. Sin quererlo aparecerá Olia, otra adolescente de la que Vera se enamorará y nos pondrá en un estado de ensueño. Cabe decir que no es una novela en la que los diálogos tengan un peso principal, sino que es una novela sobre el deseo de Vera ante todo. Creo que Dara sabe captar muy bien lo que es el deseo y cómo nos lo ha querido mostrar. Si con su obra fotográfica trabaja la mitología, aquí lo mitológico se vuelve gracia de vida, magia, un deslumbre hacia lo alto de una montaña. 

Estamos ante un libro especialmente sensorial y visual, donde las imágenes, las flores, la nieve y la música lo cubren todo. “La hierba asoma entre la niebla. Es una primavera temprana”, dicen en La mirada de Ulises de Theo Angelopoulos. Estas frases, que aquí tan bien casan, nos proporcionan un detalle principal de esta novela, y es que es como si todo estuviera velado. Las plantas y el aullido de la loba, la amistad de Olia y Vera, su relación con su madre, la de su madre con la habitación jardín y las plantas, la de Agatha con el nuevo maestro (también de música, como sucedería en su anterior novela Animal de nieve…) Todo pertenece a un mundo onírico, como si de un sueño se tratase: los diálogos, la espesura del bosque, la hostilidad y la inocencia, y los niños que empiezan a dejar de ser niños para dar paso a otra cosa. Estamos sin duda ante una novela que, aunque diferente, rige casi un universo parecido al de Animal de nieve, que si no hemos leído, nos acercará al universo que ha habitado la autora durante estos años. 

Hijas de la loba blanca es una novela que es un árbol antiguo. Un árbol que se va nutriendo de la belleza del paisaje y de los animales que lo envuelven. Es un libro para leer pausadamente debido a la cantidad de metáforas y lirismo que contiene. La vida de Vera va anidando así como los pájaros, hasta al fin, volar. A esta novela se la ama “como se ama aquello que se desconoce”. No hay puntos medios. Desconocemos el bosque pero Dara Lobeira nos lo muestra, nos hace detenernos en la espesura, en el lago, frente a una mesa o las ramas de un árbol. 


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