Ballard Reloaded, de Beatriz García Guirado, Andreu Navarra (H&O Editores) | por Gema Monlleó

Beatriz García Guirado, Andreu Navarra | Ballard Reloaded

“Un infierno válido es aquel que ofrece una posibilidad de redención”
New Worlds, J. G. Ballard 

A veces sucede. 

A veces leo libros que no son libros. 

A veces me adentro en páginas que son como una tormenta sísmica. 

A veces, mientras leo, me doy cuenta de que en realidad no estoy leyendo: lo que hago con la vista en las palabras es convertirme a una religión. 

A veces la intuición es más sabia que el conocimiento y el adjetivo “irreductible” es un neón titilando en los breves espacios en blanco de las páginas. 

A veces empiezo un libro con curiosidad y lo termino sintiéndome un chamán en peregrinaje a la búsqueda de más adeptos. 

Esto es lo que me ha sucedido con la lectura de Ballard Reloaded, un libro inclasificable que no es una novela, ni un ensayo, ni una biografía, ni un panegírico, ni una lectura comentada desde las obras del bueno de Jim G.  

Aunque tenga un poco de todo ello. 

Aunque tenga también un mucho de pasión ballardiana en forma de generosa invitación: Hola lector, ¿te unes a nuestra causa?, ¿prometes serle literariamente fiel al maestro en la salud y en la enfermedad y en bla-bla-bla? 

Este libro no es un libro. 

Este libro es un regalo. 

Ballard in the sky with diamonds, comienza el viaje. 

Beatriz García Guirado (Barcelona, 1983), periodista y escritora, y Andreu Navarra (Barcelona, 1980), escritor e historiador, a partir de este momento BGG-AN, escogen, recortan, imaginan, clarifican, deforman, elucubran, afirman, fantasean, clasifican, reforman, seleccionan, descifran el universo ballardiano a través de sus diferentes heridas para conformar “un collage de atrocidades” no sólo adictivo sino también absolutamente lisérgico. La fascinación (mi fascinación) de lo escrito por BGG-AN bebe de la misma fascinación que lo escrito por Jim G.: si hay una frontera (literaria, moral, ¿objetiva?), ¿dónde está la línea de paso?; si hoy hay una realidad virtual, ¿desde qué metaverso-a.M. (antes del Metaverso) escribía Jim G.?; si el terror comienza tras la puerta de casa, ¿dónde está la zona cero?. Ballard Reloaded no pretende dar respuestas a modo de verdades universales, sino que deja caer un sinfín de hipótesis en un agitado y mezclado entre la realidad (la de Jim G., la del Jim G. de entonces, la de lo escrito por Jim G. entonces y leído desde el hoy) y la ficción. ¿Realismo especulativo? ¿Ciencia ficción surrealista? ¿Distopías filosóficas?  

Antes de continuar sólo una doble aclaración previa: el único libro que había leído de Jim G. antes de leer el Ballard Reloaded de BGG-AN era Rascacielos. Ahora, mientras digiero y escribo esta reseña, estoy leyendo El imperio del sol (la antiepopeya de la vida del niño Ballard en Shangai cuando estalla la guerra chino-japonesa de 1937 y su estancia en el campo de prisioneros de Lunghua). Ese niño me produce una ternurita y un dolor tales que me cuesta comprender como el retrato de lo inhumano en Ballard no ha sido más cósmico. Este libro me está atando a ese niño, y creo que cualquier cosa que lea posteriormente de Ballard será desde la mirada puesta en Jim G., así que de este modo me referiré a James Graham Ballard (Shanghai, 1930-Londres, 2009) en este texto. 

La obra de Jim G. se ha etiquetado durante décadas como de ciencia ficción, pero va mucho más allá y hoy ya es pre-realismo distópico: la realidad detonada en la que vivimos es la que Jim G. sufrió orbitando alrededor del campo de aviación de Lunghua, lo amoral en su obra es este nuestro entorno, la colección de no-lugares desde los que mira son el retrato de nuestras familias, nuestros trabajos, nuestros vecinos, nuestras vidas. Incluso esa mezcla de soledad y “tristeza intransferible” con que retrata a los japoneses en El imperio del sol se no es más que la   melancolía fatal de nuestra época (quizás el planeta ya implosionó hermanando a Lars von Trier con Jim G.).  

Lodazales inhumanos, primitivismo, caos, deus-et-machina, cicatrices fetichistas, geografías laceradas, “esqueleto sobre esqueleto, pornografía arquitectónica”, dióxido como napalm, “absurdismo brutalista”, teorías conspiratorias de lo más verosímiles, autoficción metaliteraria (imagino a Jim G. fotografiando su Ford Zephyr después de un accidente en el puente de Chiswick de Londres como el fotógrafo de sucesos de Nightcrawler interpretado por Jake Gyllenhaal), energía libidinal post mecánica, represión sexual (¿represión de atrocidades?), jerga científica, apariciones y desapariciones  (me he quedado enganchada al caso de Olivia Mozarowsky), recolección de basura que vaticina el colapso,  numerología no casual, mesianismo delictivo, nacimiento y auge (sostenido todavía hoy) del pseudoacontecimiento (¿el preludio de la postverdad?), astronautas con amnesia, el determinismo de la burocracia que termina de hundir a los caídos, irreductibles vs convencionales aburguesados, pesadillas colectivas, freudianismo, bypasses cerebrales, catástrofes, presentes nihilistas cargados de pop-art, metafísica, hipermodernidad, cataclismo junguiano, la asepsia del hueco, prosa p(r)o(f)ética de los peores vicios del mundo, psicoenfremedades del sistema (y de nosotros como integrantes, “¿tan terrible sería nuestra extinción?”), deshumanización de la que brotan (como larvas malignas) las nuevas mitologías, patologías que provocan el desequilibrio entre decadencia y encanto, orgías interespecies… Todo ello está en la obra de Jim G.: “el naufragio de nuestras creencias sociales, el colapso de nuestras verdades consolatorias”. Todo ello es el cocktail del must del ballardanismo ilustrado. En un hipotético podio de las perversiones ante las que se escandiza la hipocresía neoliberal Jim G. sería medalla de oro. Cualquier violencia, machismo, mutilación (autoinfligida o no), exhibición, voyeurismo, es bienvenido: “imposible resumir el catálogo de obsesiones que están en el lado oscuro del tapiz de la narrativa ballardiana”. Y de ese catálogo forman parte también personajes tan estrambóticamente icónicos como Grace Jones, Jesús Gil, Oswald (el de Kennedy, Patsy para los amigos), Margaret Tatcher, Ronald Reegan, David Bowie, Lady Di, Jane Fonda y Godard, L. Ron Hubbard (escritor de sci-fi y creador de la Iglesía de la Cienciología), Dillinger o Lucky Luciano… 

BGG-AN destacan en Ballard Reloaded el papel de las mujeres ballardianas en la obra de Jim G. (muy cercanas, a mi juicio, a muchas de las que protagonizan Autocienciaficción para el fin de la especie, de Begoña Méndez -también en H&O Editores-), mujeres deseantes, amenazas eróticas para el hombre como arquetipo acobardado e insulso, visionarias de lo anormal tras lo cotidiano, “ejercitantes” (si tal término existe) de una sexualidad que colisiona en cadena (ese sexo mujer-máquina de Crash que hace poco también vimos -salvando las distancias- en Titane de Julia Ducournau), impulsoras de interminables “bodas de acero y sangre” (que Lorca nos perdone. O no, mucho mejor: que Lorca se nos una), cosificadoras consumistas “de lo otro y los otros” que no cosificadas para “el consumo de”.  

Jim G., visionario alquímico y surrealista, escribió del trumpismo y las teorías del movimiento QAnon antes de que estos se mostrasen (iba a escribir existiesen pero el chicle de la realidad viaja en el tiempo de un modo infinito), de la realidad virtual antes de intuirla, del microverso antes de que el término se acuñase (impagable el prefijo micro ballardiano en lugar del meta coetáneo), anticipó lo que él mismo definió como “la muerte de los afectos”, nos advirtió de la falsa profecía del turbocapitalismo y de las vidas de apariencia feliz en las redes sociales, atrapó a sus personajes en búsquedas casi nihilistas de sensaciones extremas, en el sexo como adicción, en cárceles físicas y mentales (la happycracia, “la soledad de nuestro mundo póstumo”), fue el zahorí punk del “no future” y anticipó, entre otras, la fiebre de la cirugía estética (¿es casualidad que David Cronenberg, que dirigió Crash, haya filmado Crimes of the future donde la cirugía estética ya no es “exterior” sino “interna”?, ¿no es la belleza de los órganos una fantasía ballardiana que bien pudiera haber escrito Jim G.?),. Estas profecías provocan que BGG-AN bauticen a Jim G. como #ballardamus (con etiqueta, sic, que no es banal en la intención), un trasunto anacrónico de Nostradamus. 

Jim G., viniendo de un mundo destruido, de un colapso de la infancia ante la(s) verdad(es) de la(s) guerra(s) (“los únicos que siguen brillando son los cazas y los bombarderos, cosas que pulverizan o siegan a las personas”), es el niño perturbado por las amputaciones de extremidades, por las heridas y las cicatrices que se convertirá en el obseso del Crash Injuries (el manual médico escrito por Jacob Kulowski en los 60). Jim G., cual terrorista suicida, se arrebata en cada colisión descrita, en cada herida detallada, en cada fotografía explícita. Jim G. es el pariente extracontemporáneo de Mary Shelley, el creador de otras tantas Criaturas, el alucinado por las salas de disección que hubiese entablado amistad-dealerítica con los resurreccionistas del XVIII. “El ingenuo. El sádico. El alquimista. El que no rezó ni en el funeral de su esposa. El erotómano trascendente. Un gnóstico para el que bien y mal no son compartimentos estancos. Un ser hermético que escribe sobre “redentores cósmicos” e “islas de conciencia””. Jim G. es el artificiero, el que detonaba los cimientos de la sociedad para ser el explorador de los residuos resultantes, el genio sin etiqueta, el vándalo literario, el hermano distópico de Beckett y Cioran, el antipoético, el antirretórico, el de la ficción filosófica, el de las redenciones cósmico-religiosas, el de los “antiterritorios” colonizados “por el delirio o la nueva versión hegemónica del mundo”, el de los bestiarios contemporáneos, el agitador de los “ensueños privilegiados” del pensamiento neoliberal que hay que detonar (“Ballard pudo ser una especie de banquero anarquista -hola, querido Pessoa- que jugaba al holocausto nuclear, base de un nuevo renacimiento cultural”), el “semi-Céline” que “no puede llevarse bien con la corrección política”, el “protorrealista especulativo” (para él lo importante no eran las naves espaciales ni los consabidos rayos láser, sino “el propio espacio interior de la mente humana (…) A Ballard le interesan mucho más los estudios de la inestabilidad del comportamiento humano que las fantasías instaladas a años luz del planeta Tierra”), el gélido explorador de la tríada gloriosa alma-cuerpo-máquina. 

BGG-AN in the sky with diamonds viajan en el tiempo y el espacio, y tanto describen fantasías sexuales entre prótesis con vistas al aeropuerto del Prat (guiño a la fascinación por los aviones de Jim G.), como detonan la hipótesis de un cinturón explosivo con temporizador en el Museu Dalí de Figueres (homenaje de la admiración ballardiana por el ballardiano Salvador Dalí). A lo largo del texto emparentan la literatura de Jim G., su mirada, con las de Stanislaw Lem, Ann Quin, William Burroughs, Michel Houellebecq, Kafka (quien para Jim G. “habría sido el profeta del dominio neoliberal”), David Lynch, Magritte, Don DeLillo, Chuck Palahniuk, Artaud… Muchos de ellos lúcidos artistas oraculares como él, expertos en radiografiar presente y futuro, abolicionistas activos del aburrimiento y, en algunos casos, fascinados también por las sexualidades desbocadas. 

Ballard Reloaded es, también en su forma (la estructura, según indican BGG-AN, emula la de La exhibición de atrocidades) un libro de exploración semiclandestina, donde el universo simbólico de Jim G. es profundidad y superficie, fantasía (h)ero(t)ica (poned vosotros los acentos), novela en descomposición forénsica, autoinstrumentalización de las tesis ballardianas, espejo perturbador de un hoy (d)escrito a rachas entre 1962-2006 en su casa de Shepperton (Londres). Jim G. es El show de Truman antes del nacimiento de Truman, es hedonismo-orgiástico-nihilista y nihilismo-orgiástico-hedonista, es un huracán cósmico que arrasa y descompone y engarza (de nuevo La Criatura) de forma asistemática pero constante. Jim G. es la epifanía violentada de los cuerpos, el latido fetal de la imaginación, el ventrílocuo filosófico del alma humana, el mecánico de los orgasmos en cuerpo y máquina. Jim G. es hoy el caballo de Troya en nuestras casas después de un viaje “intramundial” empapándose del salvajismo neoliberal, del carroñerismo del capitalismo feliz. Jim G. es ayer, hoy y mañana. No me atrevo a escribir si también pasado mañana. No estoy muy segura de si vamos a llegar. 

Coda 1: Editores de España, necesitamos ballardianismo en vena. ¿No se podrían editar de nuevo sus obras descatalogadas? Quiero conocer el devenir del mundo. 

Coda 2: A la llamada de atención de la Coda 1 yo misma respondo que El imperio del sol, Rascacielos y el monumental Relatos 1 (1956-1964) están disponibles en las ediciones de Alianza Editorial, desde donde prometen un Relatos 2 (1964-1992) para este 2023. 


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