El duelo de existir, de Andrés Ortiz-Osés (Libros del Innombrable) | por Francisca Pageo
Andrés Ortiz-Osés, filósofo y antropólogo, también fundador de la Hermenéutica simbólica y colaborador del Círculo Eranos, presenta en esta su última obra una clara y concisa -aunque a veces contradictoria- manera de sentir y ver la vida, sus voluntades y sus formas. El libro, dividido en dos partes, nos muestra una serie de artículos y aforismos pensados desde el sentimiento y la experiencia. Todos ellos, relacionados entre sí, difunden cierta crítica hacia la sociedad y lo que conforma al ser humano, desde lo más íntimo e intrínseco, hasta lo más social y superficial.
Al destacar las visiones sobre el ser desde Heidegger hasta Gianni Vattimo, se nos muestra cómo este cae en la melancolía, en la felicidad, en la muerte, en la cualidad de la belleza y en el dolor. Ortiz-Osés expone y sugiere de qué manera el hombre halla su ser profundo de la realidad en los acontecimientos que le atañen. El ser, al experimentar cómo el sentido de la vida se vivifica a sí mismo, descubre cuán hondo es el dolor al que se ve sometido, tanto en sentido latente como latiente, respecto a su soledad en el mundo, en su afirmación y relación ante la vida, en su miedo y aceptación de la muerte, en la verdad irrefutable del amor y en la trascendencia del espíritu. El amor, que nos acoge y nos llena, presenta la belleza y la armonía, la espiritualidad y la fuerza que nos hace seguir hacia adelante, hacia el futuro, abarcando las formas presentes del espíritu -ya sean estas el arte, la bondad o la sabiduría. El hombre necesita a Hermes, tanto mitológicamente como simbólicamente, ya que este nos abre a la trascendencia y a la hermenéutica de la vida. Este nos ayuda a ver la muerte como vida y renacimiento, nos abre una nueva visión de la vida a través del efecto mediador de los contrarios, ejemplificados aquí como la intención y la sublimación de transformar lo positivo en negativo, en la aceptación de ver las cosas como son y no como lo que creemos que son, en la representación de la imaginación simbólica como una manifestación del hombre hacia la realidad, y en los campos de batalla en los que se halla inmerso el interior del hombre, que le hacen asumir que la vida es muerte, y la muerte, vida es.
El duelo de existir es el medio y el remedio de la vida del hombre. Lo que nos enferma nos ayuda a curarnos. Lo que nos cura, nos hace concienciarnos, a su vez, de cómo nos afecta el dolor y cómo este puede llevarnos, a su vez, a una consciencia plena del por qué y para qué vivir. La vida, aquí, es un ejercicio hermenéutico que recoge lo que no tiene valor y esencia, haciendo que esta se transforme en algo digno de vivir y, por ende, existir. Una observa y siente, que todo lo que experimenta el ser, el alma, el corazón, puede llegar a hacer consciente y darle sentido de trascendencia, a lo que el pensamiento y las condiciones sociales nos niegan a ver.
Los aforismos de Andrés nos hacen replantearnos la vida como un ir y devenir de acontecimientos que nos debilitan, que nos hacen reírnos de nosotros mismos y concienciarnos de cuán duro e inconsciente es el hombre para sí. El autor utiliza ingenio, maestría e ironía para mostrarnos lo que piensa sobre la existencia del hombre. Nos concilia con las dos partes de la vida, la que se rige por el ego y las condiciones sociales, así como la que nos lleva a amar y no pensar en lo que el ser divino del hombre no quiere para sí. Todo pensamiento aquí mostrado es efímero pero con cada uno de ellos Ortiz-Osés se afirma ante la vida y se antepone a los acontecimientos, al hacer de estos algo trascendente e inmanente a la vez. Unos acontecimientos que se concilian y se contradicen, se afirman y se niegan, como la existencia misma, que hacen de la vida una paradoja.