Coraje de madre, de George Tabori. Dirección de Helena Pimenta (La Rambleta)  | por Francisca Pageo

Te escribo, madre. Cómo contarte aquel sueño que tuve anoche contigo. Te lo contaré con Tabori contando la vida de su madre. Vida de señora judía, de señora bien, de señora hermosa, guapa y elegante. Elsa tiene 60 años y vive en Budapest. Su marido ha sido detenido. Y a Elsa la deportan a Auswitchz en plena calle, con su mejor vestido, su mejor sombrero, sus mejores guantes. En el bolso lleva algunas ciruelas y una baraja entre otros enseres. George, su hijo, está en Londres, exiliado, viviendo como corresponsal de la BBC. Ambos saben lo que está pasando en los campos, lo que sucede en los trenes, como se quedan las ciudades. La imaginación de George sucumbe a las cuartillas que le ha dado su madre, contando su experiencia, su gran anécdota de vida. Una anécdota de ida y vuelta. Pero Elsa no fue la misma antes de que llegara al campo y después de escapar. Cómo pudo serlo, es un imposible. Para quien ve y experimenta cercanía de la muerte ya nada es lo mismo, un metal se apodera de la sangre, la hace más fría, la hace de hierro.

Helena Pimenta logra, con esta obra, retratar de pies juntillas lo que contaba la madre y lo que contaba su hijo. A veces la imaginación de un escritor se vuelve más real que la propia experiencia, pero solo a veces… Y no sabemos si aquí lo hace. ¿Qué contaba la madre y qué contaba el hijo? Ambas voces se entrecruzan y desvirtúan la historia, haciéndola más palpable, más sentida, más pensante. Es esta una historia de idas y venidas, entre tranvías y trenes, entre salir de casa y volver a ella, a la casa de la hermana epiléptica que nos espera para jugar a las cartas. Elsa salió a ello, pero tardó mucho en volver, en regresar al punto de partida, a ese tranvía.

Es esta una obra sobre lo que implica el estar vivo, el ser paciente y el tener coraje. Elsa tuvo suerte, pero para ella ya nada será lo mismo. Y estos militares, estas personas que le llaman cerda judía, saldrán al final de su vida. Pero Elsa ya estará marcada por siempre, y, como en un espejo en el que todo se ve reflejado, todo se va grabando, la historia se verá marcada por el destino al que somos abocados. Quiero creer que ese espejo sobre el escenario es la proyección de una historia. ¿Somos lo reflejado? ¿Somos lo que cuentan de nosotros? ¿O somos nosotros los que recordamos al ver lo reflejado? Hay cierta parsimonia y tristeza a la vez en esta pieza artística. Una quiere llorar, pero a la vez ríe. Una ríe, pero a la vez quiere llorar. Se inunda la sala de cuchicheos y hay quien llora y hay quien ríe. Sin duda, Coraje de madre es una obra que emociona, pues nos ensalza a las personas y a sus vidas como vidas que merecen ser vividas. Está la vida en los ojos de Elsa, los ojos que el general ve y ante los que no puede sucumbir.

La vida… ¿está en otra parte? No, la vida está aquí, mamá, querida madre. Yo te digo siempre que te quiero y Tabori se lo dice a su madre dedicándole esta obra, y su madre le cuenta la historia, esta historia de maldades pero también bondades, de milagros que suceden en los campos, pues solo en unos ojos encontramos el germen de lo necesario para seguir viviendo. Unos ojos azules, claros como el cielo. Elsa, mamá, también eras tú en mi sueño de anoche. Volví yo al hogar y ya no eras la misma, eras fría como el témpano. Eras fría como esos carámbanos en el invierno. Querida madre, te dedico estas palabras como tú me las dedicas a mi en estas cuartillas. Gracias por tu coraje, por volver, por escapar.


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