Breivik’s Statement, de Milo Rau (Festival 10 sentidos)  | por Juan Jiménez García

Hay obras que se instalan en nuestra cabeza, que se quedan ahí, más allá del instante inicial. Entras en el refectorio del Convent del Carmen y te encuentras ahí, al fondo, una muchacha con una sudadera roja y la comparación es demasiado sencilla, inevitable. Es Sascha Ö. Soydan, la actriz, que no hace especialmente nada o echa un último vistazo a esas hojas. Ella es la obra, desde el momento que todo, texto, asesino, intenciones, se encarnan en ella, son ella. Las palabras son importantes, decía Nanni Moretti (gritaba). El escenario es simplemente un estrado, sobre un fondo de pared. No hay más. Cuando volvemos sobre la obra, empezamos a apreciar sus reglas de juego. Unos pensamientos. Este es un montaje sobre la declaración de Anders B. Breivik frente al tribunal que lo juzgaba por el asesinato, en Oslo y, posteriormente, la isla de Utøya, de setenta y siete personas, la mayor parte de ellos adolescentes. Esa declaración, señala Milo Rau, no fue retransmitida ni grabada en vídeo, pero le llegó la grabación en audio. Erróneamente, podemos pensar que esta es la reconstrucción de aquella declaración, pero no es cierto. Ni es todo lo que dijo, ni, sobre todo, es cómo lo dijo. Hay un trabajo de puesta en escena, de entrega del texto e incluso de escenografía. El estrado no existió, y, como una broma, Breivik, un tipo frío, distante, pulcramente vestido, es reemplazado por una mujer, una mujer con una sudadera roja, cubierta con la capucha, mascando chicle. Y nada de ello es una broma, más allá de la ironía, sino la necesidad de crear un distanciamiento para comprobar cómo este no funciona. La declaración del terrorista es un largo lamento sobre la consideración que se tiene sobre él y contra el multiculturalismo. Como dice de nuevo Rau, lo que diez años atrás era considerado la palabra de un desequilibrado, hoy en día está normalizado. El discurso del gran reemplazo. La sustitución de la población autóctona por islamistas o asiáticos. Cuando escuchamos el lento, el martilleo constante de su discurso a través de Sascha Ö. Soydan, empieza a invadirnos un temor. Sus palabras tienen una lógica. Nos negamos a esa lógica, pero esa construcción de lugares comunes, mejor, de temores comunes, esos cuentos de terror sobre la desaparición de las culturas, nos llenan de dudas inaceptables, pero entendemos la facilidad con que estas historias pueden llegar a un hombre cualquiera. La actriz sigue la misma cadencia. Es un discurso sin descanso para dejarnos sin aliento, para ir absorbiendo todo el aire de la sala, creando un vacío. Cuando se oye alguna tos, se detiene. Se detiene y vuelve sobre la frase. Esas breves pausas paran un tiempo agonizante. Volviendo atrás, nada parece improvisado en ella. Los gestos son mínimos, pero su mirada es tan profunda, tan interrogante, que no puede más que atravesarnos una y otra vez, una y otra vez. Una paradoja. Por el subtitulado, tendemos a no mirar a la actriz, sino a su reproducción en una pantalla gigante que se encuentra en la parte opuesta del escenario. Una irrealidad más.

Esas son las reglas del juego.

Aquello que llevó a un perturbado a matar a setenta y siete personas es hoy un discurso aceptado. Y ese discurso sigue matando. Hace tan solo unos días. Como si fuéramos incapaces de afrontarlo, incapaces de responder a esas palabras que acaban por convertirse en actos. La propia obra es testigo de ello. En su momento fue un escándalo representarla. Era como dar eco a un loco. Qué poco hemos llegado a comprender. Ahora poco hay en ella que no podamos encontrar en cualquier tertulia televisiva. Ese es el horror. Llevada a su máximo artificio por el modo de ser representada, se convierte en un afilado estilete que nos va cortando una y otra vez, de una forma indolora pero indeleble. El dolor vendrá luego, en esa persistencia. Entonces el teatro, la interpretación, la transmisión, cobra de nuevo su sentido. No nos devuelve la realidad, porque no puede devolverla, sino su transposición, más real que ella misma. 


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.