Aún queda mucho por decir, de Rose Ausländer (Sexto piso) Traducción de Nuria Manzur | por Óscar Brox

Rose Ausländer | Aún queda mucho por decir

Tras cada catástrofe acaecida durante el siglo pasado, la literatura nos ha mostrado un sendero hecho de palabras para reconstruir, cuando no dar testimonio de, la experiencia de ese mundo maltrecho, herido y en ruinas. Para retomar el hilo de la realidad, atestiguar sus transformaciones o sus tentativas de superar el trance. A buen seguro, el Holocausto fue (y sigue siendo) el foco de ese dolor que agarrotó los músculos de la humanidad durante la segunda mitad del Siglo XX. El acontecimiento monstruoso que rebasó toda frontera, que se apoderó de una lengua y la marcó, la contaminó, hasta convertirla en ese lenguaje neutro en el que se redactaban los informes de exterminios y deportaciones. En esa coyuntura, el Arte que vino después tuvo ante sí el reto de rehabilitar una lengua dañada o de abandonarse entre sus sombras y claroscuros, herido de muerte tras la experiencia del nazismo. Poesía y barbarie, ética y estética, creación y destrucción.

Ante ese dilema, Rose Ausländer hizo de su trabajo poético un parapeto, malla de sentido, para protegerse del horror vivido y ofrecer un cobijo, acaso un sostén, para ese precario y delicadísimo mundo que intentaba florecer por encima de hornos y fosas comunes. La poesía como prueba de fuerza, así podría definirse esta colección de poemas titulada Aún queda mucho por decir, que publica Sexto Piso en su línea de poesía. De resistencia y proyecto de futuro en el que su camino de palabras va más lejos. En el que Ausländer contempla los restos de ese mundo perdido mientras alumbra un camino, otro sendero, por el que la poesía y, por ende, el Arte, pueden cicatrizar sus heridas internas. Y es que, en cierto modo, el núcleo poético es, precisamente, aquella palabra que no se pierde. El aliento compartido, elemento común que pasa de mano en mano inyectando una ilusión. Una esperanza. Una expectativa. Que se escribe desde el recuerdo, tanto de los vivos como de los muertos, con la energía creativa de una naturaleza humana que, pese a todo, resiste.

Los versos de Ausländer recogen la tristeza de ese mundo destruido, el discurrir sombrío por el que Celan condujo su obra poética o la vindicación de aquel arte degenerado que el nazismo impuso a la obra de Paul Klee. Es la suya una escritura acompasada con la respiración del mundo, con cada fenómeno minúsculo que acaece a su alrededor, con la memoria y también con la celebración de ese irrefrenable impulso vital. Una escritura que mira a los ojos del hombre, que nace en la identificación de ese dolor demasiado mayúsculo para hallar la palabra justa. Pero que no decae, que no ceja en su empeño por trazar un sendero distinto; que invita a redescubrir, a aprender a mirar, la belleza de las cosas que sobrevivieron al fuego y el horror. Los versos de Hölderlin que Jean Améry recitaba durante su reclusión, la textura de las manzanas de Cézanne, las hebras de las pinturas de Klee, la luz de la oscuridad que Rembrandt hizo prisionera en sus cuadros… Toda cosa tiene en la poesía de Ausländer su instante de vida, su momento de júbilo, su legítima existencia. Porque en ellas refleja no solo la cultura que la ha amamantado, interpuesta como escudo contra la barbarie, sino esa lengua materna que reclama frente a los usurpadores. La melodía que contagian sus versos escuetos, la lectura encadenada y las diminutas reflexiones que florecen en cada párrafo.

Aún queda mucho por decir es, pues, un manifiesto poético a favor de la rebelión cultural, acta de supervivencia de aquella condición humana hambrienta de patria. De cultura robada. De palabras que debían zafarse de la enfermedad inoculada por años de Holocausto para, de nuevo, encontrar el camino de regreso a casa. La súplica que Ausländer lanza para evitar que esa lengua materna quede silenciada. Anulada. Convertida en vestigio, en fruto de la melancolía. Una tarea difícil que, en verdad, abarcó gran parte del quehacer artístico de la segunda mitad del pasado siglo. Una tarea que la poeta asume en cada texto, en cada palabra vertida y en cada imagen sugerida, en esa anatomía al desnudo de un esfuerzo por liberar al lenguaje de su cárcel. De ahí, pues, un verso tan bellísimo como aquel con el cual Ausländer describe su plan, su temor y, también, su promesa de vida: ¿puede sostenerse apacible una estrella en un cielo sin asecho?

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