Arte outsider. La pulsión creativa al desnudo, de Graciela García (Sans soleil) | por Juan Jiménez García
Uno de los misterios de la creación artística sería si esta forma parte de nosotros o si es algo adquirido. Una cuestión de genética o una cuestión de técnica o ambas cosas, aunque pintores como Francis Bacon se congratulaban de no haber estudiado nunca Bellas Artes y, con ello, no haber necesitado olvidar todo lo que allí le hubieran enseñado. Así, el arte outsider sería aquel que escapó a las escuelas y a las enseñanzas, un arte espontáneo, surgido de no se sabe dónde. Aunque no deja de ser curioso que, por ejemplo, no exista una literatura outsider, dado que nunca se alcanzó a enseñar la escritura, pese a los diversos intentos. Tal vez el primer misterio, entonces, sea esa asociación entre arte y técnica, que invita, claro está, al conocimiento.
El caso es que artistas que escaparon a las enseñanzas reglamentadas hay unos cuantos, pero lo cierto es que el caso más significativo, aquel que nos puede acercar más a las raíces de esa creación pura sería el arte que parte de la locura. Ese arte que surge un día, abruptamente, de personas que jamás mostraron la menor inclinación a ello, enfrentadas a un desequilibrio. Y ahí es donde se instala el libro de Gabriela García. En esa búsqueda, como dice su subtítulo, de la pulsión creativa.
Una pulsión con rasgos comunes, con patrones que se repiten, lo cual deja abiertas no pocas incógnitas (que el azar no puede resolver). Así el libro se estructura en diversos motivos comunes: obras que se basan en la repetición, el arte visionario, la escritura a través de la plástica, los textiles, las obras basadas en el reciclaje, la acumulación o la creación de universos, maquinas y geografías propias. Cada técnica, cada aproximación al arte, no deja de llevar implícitos algunos rasgos de una anormalidad que nos es fácil atribuir a esos desequilibrios psíquicos. Pero esto sería lo cómodo. Pensar que la repetición de motivos puede ser debida a un trastorno compulsivo, pero lo cierto es que esto no es algo específico del arte outsider como tampoco lo es ninguna de las otras categorías.
Si pensamos en este arte al margen como un arte pobre o un arte en bruto, un arte de circunstancias (que muchas veces parte de lo disponible, no de lo deseable, y del instinto, no del propósito), debemos entender que tal vez simplemente estamos asistiendo a estados primigenios de la expresión artística. Un expresión artística que necesita de la técnica y del aprendizaje para obtener un arte consciente, de impulsos canalizados (también institucionalizados), pero que sin ellos puede sobrevivir perfectamente, aunque, ciertamente, de una manera mucho más primitiva.
Los nombres se suceden. Los casos particulares también. Su manera de enfrentarse marginalmente al arte, sus posibilidades de desarrollarlo. Graciela García cede generosamente el espacio a esa sucesión de vidas y obras que responden a esas vidas, dedicando un lugar especial a artistas que fueron ejemplarizantes como Carlo Zinelli, Arthur Bispo Do Rosário o Adolf Wölfli, entre otros. Es a través de esos retratos y de sus obras (ampliamente documentadas en la estupenda edición de Sans soleil) donde empezamos a encontrar un sentido (o un sinsentido) alrededor de esas formas espontáneas pero desarrolladas en algunos casos hasta la extenuación. El arte como liberación. O como refugio. O simplemente como necesidad.
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