Poesía completa, de Constantino Cavafis (Pre-Textos) Traducción de Juan Manuel Macías | por Juan Jiménez García
Constantino Cavafis ha pasado a los posteridad seguramente a pesar suyo. Él, que no quiso nunca publicar un libro, se materializó desde revistas a hojas sueltas y nunca pensó en ir más allá de un reducido grupo de amigos o lectores. Sus preocupaciones eran otras o, tal vez, una sola: su poesía. Una especie de combate íntimo con ella, con su forma, con sus imágenes, con sus palabras, que le llevaba a una exigencia extrema. Hubo que esperar a su muerte para que esta empezara a conquistar el terreno que se merecía y desde entonces hasta hoy en día el tiempo solo ha hecho que ir ganando para el poeta griego el lugar que le correspondía. Las traducciones se han sucedido, también en nuestro idioma. Se le ha enfrentado de distinta forma, pero seguramente cada traducción es un acto de amor. El último, el penúltimo, llega de la mano de Pre-Textos y la traducción de Juan Manuel Macías.
La preocupación de Cavafis por sus poemas, que le llevaba a revisarlos sin cesar, creó dos cuerpos de poemas: los llamados canónicos (ciento cincuenta y cuatro) y los llamados ocultos. Los primeros son aquellos que contaban con el beneplácito de su autor, los segundos no. Su exigencia ya se revela en esto: entre los primeros, sus primeros años están escasamente representados (hay que irse a aquellos otros). La diferencia entre ambos es notable. Los segundos son la promesa de algo, en la que se encuentra ese mismo camino que transitan aquellos más afortunados, mientras que los primeros forman un grupo acabado, lleno de figuras que se repiten, como su apelación a la antigüedad, a sus figuras, tan reconocible en su obra.
Poeta simbolista muy influido por la poesía francesa de aquel periodo, hay una frase del propio Cavafis que encabeza este Poesía completa y que no puede ser más reveladora: Deseo mirar más que decir. La búsqueda de enrevesados significados, de sentidos ocultos, esa especie de invitación permanente del simbolismo a que se diga cualquier cosa sobre sus obras, en Cavafis se revela aún más vacía. El poeta griego, en efecto, nos presenta pequeños retratos, hechos de muy sutiles pinceladas. Fragmentos de vida, fragmentos del pasado, de un presente, que se confunden con el suyo, con su propia vida. Escenas reveladoras llenas de matices en busca de una forma precisa. Al final del libro se incluyen algunos poemas en prosa que no son más que su poesía expresada en una forma continua, desprendida del verso pero no de su ritmo. Y eso es también su poesía por oposición: una prosa versificada. En realidad dos instantes de un mismo recorrido esencial.
Ciertamente la obra de Cavafis ha quedado escondida tras sus propios éxitos: Ítaca o Esperando a los bárbaros pueden ocultar una poesía sin falla que responde a toda una vida (aunque el poeta nunca abandonó su anodino oficio y, como Pessoa, logro combinar la mediocridad de una vida con la excepcionalidad de una obra, íntima, ni tan siquiera pensada para llegar más allá de un número muy limitado de personas… y, por lo tanto, libre). Por eso es tan necesario acercarse a su obra íntegra, creada pacientemente. Y por eso lo es también acercarse a partir de la mirada de un único traductor. Porque la obra de Cavafis tiene tantas lecturas como lectores y tantas traducciones como traductores se acerquen a ella. Una obra que busca ser no completada, sino asumida, no interpretada, sino apropiada.
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