El tiempo debe detenerse, de Aldous Huxley (Navona) Traducción de José Luis Piquero | por Francisca Pageo
Y es entonces cuando el tiempo vuelve a detenerse, imagen trillada donde las haya pues el tiempo o no se detiene nunca o está detenido desde siempre. (Amuleto, Roberto Bolaño)
El tiempo debe detenerse es el último libro que publica Navona de Aldous Huxley, y narra la historia de Sebastian Barnack, un muchacho que se traslada a Florencia a pasar el verano con su tío Eustache. A raíz de ese viaje, vivirá grandes aventuras, tanto de disfrute personal como intelectual. En estas aventuras, Sebastian conocerá a Veronica, la mujer que le hará despertar sus primeras pasiones y exaltamientos sexuales. También a Bruno Rontini, un librero y filósofo dedicado en cuerpo y alma a su profesión y a lo que el intelecto y “el espíritu” le ofrecen. A partir de entonces, Sebastian se adentrará en el mundo adulto; un mundo que, aunque se le ofrecerá de una manera simbólica y hostil, sabrá percibir con el esmero y la profunda convicción en todo aquello que la vida puede ofrecerle tanto física como filosófica y existencialmente. Sebastian conocerá la violencia reinante en el mundo adulto, pero, así mismo, logrará escapar de ella sustrayendo lo que yace por debajo de la superficialidad; lo banal, lo que aún no es seguro o lo que se espera por venir.
Cabe destacar la belleza con la que Huxley describe los hechos, infortunios y peripecias de Sebastian y sus compañeros. Es inevitable dejarse llevar por el aura intelectual y cristalina con la que Huxley escribe. El autor nos muestra la elevación de los placeres sensoriales de una manera que nos eleva espiritualmente, sabiendo así extraer la profundidad, la belleza y la luz de todo aquello que sentimos y dejamos pasar. De este modo, conocemos y nos adentramos en el mundo que Sebastian va creando junto a los demás personajes. Y no sólo para nosotros. De hecho para su protagonista resulta primordial el poder de la descripción, cómo se puede observar y aprender en cada instante lo que la vida le va ofreciendo.
El papel de Bruno, el filósofo, destaca terriblemente por encima de casi todos los demás. En él encontramos el conocimiento que no sólo posee del mundo, sino de la mente humana, de la psique y sus recovecos. Su personaje nos lleva a la inquietud que tiene el ser humano por saber no sólo más de aquello que le rodea, sino de su ser, de su conciencia y de sus actos. Bruno, así, se convierte en la conciencia a la que Sebastian aspira en cierto modo, pues siempre recurre a su sabiduría y a su saber estar para “ser”.
De este modo, nos encontramos ante un libro de inmenso valor y tributo a la vida, al tiempo en el que nos hallamos inmersos. Sólo aprovechando lo que tenemos en este momento podremos extraer lo que en un pasado tuvimos o en un futuro tendremos para así aprovechar a pleno rendimiento lo que el intelecto y nuestro ser tienen para ofrecer. Y recibir. Y, así mismo, recibimos del libro el máximo poder del intelecto para hacernos ver, percibir, lo que la vida es y puede ser. Eso que refleja su extenso epílogo final, en el que se nos muestra la vida de los protagonistas años más tarde.
El profundo saber filosófico de este libro se convierte en esencial para aquellos que amen la aventura del conocimiento, la aventura que los libros de Huxley siempre nos ofrecen para desentrañar la vida, nuestra psique y nuestra alma.
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