El explorador polar, de Joseph Brodsky (Kriller71) Traducción de Ernesto Hernández Busto y Ezequiel Zaidenwerg | por Francisca Pageo
Lo perecedero devora lo perecedero a plena luz del día. Así empieza un poema de Brodsky que define muy bien su poesía. Joseph Brodsky, cuyo nombre original viene en ruso, emigró forzosamente a Estados Unidos porque en Rusia era un enemigo. Allí no lo querían. Pasó por dos instituciones psiquiátricas y por la cárcel, donde en ambas fue torturado como preso político. Amigo íntimo de Anna Ajmátova y Sergei Dovlátov, Brodsky culminaria su obra de una manera plena y magnífica a ojos de la cultura, pues no sería poca su obra escrita. A su vez, recibiría varios premios, como el Premio Nobel en 1987. Es por esto, que hay que considerar a Brodsky como uno de los poetas que más culturalidad aportó al s.XX.
No es de extrañar que quien se inicie en Brodsky con este libro apreciará de manera singular su modo de ver y sentir la vida. Profundamente humana, el poeta ahonda en el concepto de humanidad en todas sus vertientes. Desde las relaciones que tienen los hombres con sus congéneres, desde la que tiene este con la naturaleza y el trabajo, desde la profunda sensación de ser un hombre, un ser que siente, piensa y se emociona y describe la vida como puede, e incluso a veces como quiere. No es de extrañar que le dieran el Nobel a Brodsky pues su poesía rezuma humanidad, rezuma sabiduría y amor por un estado del hombre que él perseguiría hasta el fin de sus días: la de ser libre, la de hallarse digno de elegir qué hacer con la vida, cómo vivirla, cómo sentirla. Podemos apreciar en su poesía una poesía libre de formalismos pero a su vez resulta poderosamente rítmica, suena a melodía, a una sinfonía del exilio, de lo que subyace bajo las apariencias humanas. Esta sinfonía se vuelve asimismo observada y observadora. Estamos ante una poesía que observa los estados emocionales e intelectuales del ser humano, sus estados y pensamientos políticos, su manera de estar en la vida incluso sin estar.
La poesía de Joseph Brodsky es una poesía existencialista. Busca en la existencia el porqué de la vida, del ser. Reconocemos su humanismo. Conocemos al hombre en sus diversas vertientes si así lo queremos ver. Quiero pensar que la vida de Brodsky fue completa porque así se muestra su poesía, y si no lo fue, estoy segura de que la complementó. En él prólogo, totalmente adecuado y bastante completo, escrito Ernesto Hernández Busto, apreciamos con gran sabor que la vida y obra de Brodsky no fue en vano. Le valió la vida, le valió el amor y le valió su pasión por la vida humana en todos sus aspectos. Si bien fue perseguido, el también perseguiría una libertad que encontró fuera de su patria. Tenía diversas opiniones, contundentes, sobre cómo el ser humano debía posicionarse ante la sociedad, el estado y la vida. Era un hombre de palabra. Y qué bien la trataba. Sin duda conocer a Brodsky en su poesía es conocerlo en sus aspectos más íntimos y líricos. Tenía un sentido del ritmo pausado y sin embargo aletargado que nos embriaga y nos impacta. Lean a Brodsky, leerán lo profundamente humano.
Puede más el amor que la distancia,
mas la distancia siempre dura más.
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El cielo oscuro aligeró sus pasos
y no pudo fundirse con la sombra.