Kara y Yara en la tormenta de la historia, de Alek Popov (Hoja de Lata) Traducción de Viktoria Leftérova y Enrique Maldonado | por Juan Jiménez García
La Historia como una sucesión de confusiones. Un lío. Me atrevo a decir que esa podría ser una definición para Kara y Yara en la tormenta de la historia, segundo libro del búlgaro Alek Popov que nos llega en poco tiempo (el anterior era La caja negra, publicado por Automática), esta vez de la mano de Hoja de Lata. La cosa tiene su aquel. Frente a la ligereza narrativa el peso de los acontecimientos. Frente a una línea que se me antoja próxima al cómic (con el que juega el propio autor), lo terrible que se esconde detrás de esa broma. Pero ¿de qué estoy hablando? Sí, cierto. Kara y Yara son dos hermanas adolescentes y gemelas que viven su primera juventud mientras los rusos avanzan en el frente oriental bajo la sombra de Stalin y sobre el cuerpo errante de Hitler y el ejército alemán. Aunque están en Bulgaria, ocurre que este país tenía un zar de seis años, cuyo padre, muerto reciente en extrañas circunstancias, se había aliado a las potencias del Eje, lo cual no dejaba al país en muy buen lugar frente al avance del Ejército Rojo. Los alemanes campaban por el palacio y la resistencia por las montañas. Y allí, hacia las montañas y su destino, se dirigen Mónica y Gabriela, que son los nombres de guerra que se han dado las dos hermanas.
En las montañas está la Primera División de Guardia de Stara Planina, bajo el mando del kombrig Medved. Tras el pomposo nombre de la División se oculta la nada casi absoluta y tras Medved un oficial ruso llegado de la Unión Soviética con todos los conocimientos necesarios para la guerra. Pero la guerra, con cuatro tipos y un libro, el Breve curso de historia del Partido Comunista de toda la Unión (bolchevique), no parece algo muy prometedor, pese a todo el ánimo puesto y contar con hombres con apodos tan espectaculares como Enterrador del Comunismo o Lenin. Como decía, hasta allí llegan las dos hermanas Palavéeva, y con ellas la verdadera revolución. Humana e incluso comunista. Porque ellas, realmente, han ido probando todas las ideologías y grupúsculos, pero este parece el bueno, y así se lo toman. Pero el comunismo no necesitaba enemigos exteriores, porque ya tenía bastante con sobrevivir a sí mismo y sus persecuciones. De modo que a la Primera División se le amontona la faena, entre rebaños de cabras y bandidos, ejército y comités.
Para Alek Popov aquellos fueron tiempos confusos. La historia puede empezar como un cómic de superhéroes pero acaba como acabó todo: mal. La utopía y la distopía se enfrentaron en una jaula de grillos con bandos, causas, hombres e ideas y poco espacio para la inocencia. Pensar que las cosas son como tienen que ser es una temeridad. Y pensar que las cosas son como está escrito casi una indecencia. De modo que en aquellos años finales de algo y comienzo de otra cosa, se dieron cita épocas difuntas y tiempos futuros por inventar. Hasta que uno se da cuenta que ni unas murieron ni los otros nacieron para traer la alegría al mundo. Las hermanas no entienden nada y eso que todavía les quedaban cosas por conocer. El escritor búlgaro nos hace reír y, luego, ya no nos reímos tanto. Porque al fin y al cabo la historia de Kara y Yara es la historia de cómo mueren las creencias en un mundo mejor y como él ser humano no tiene solución. Mientras tanto, muchos años después, seguimos lanzándole piedras al avispero y hasta sorprendiéndonos de las consecuencias.