Ex vivo, de Sara R. Gallardo (Ya lo dijo Casimiro Parker) | por Francisca Pageo

Sara R. Gallardo | Ex vivo

Leer la poesía de Sara R. Gallardo no es fácil. Una tiene que abrirse a los sentidos del alma y la mente para conocer y traer las palabras de allí donde Sara las creó. ¿Es necesario ponerse en ese lugar? ¿O conocerlo? ¿O pasar aunque sea de refilón? El lugar de donde vienen las metáforas es como una cueva, oscura pero luminosa por los diminutos diamantes que habitan en ella. Con Ex vivo, Sara R. Gallardo construye una cueva en la que habitar. Una cueva hecha de palabras. Su poesía se habita, hay que entrar en ella, poco a poco, pausadamente, para así lograr ver sus grietas, esas por donde entra la luz. Así podremos ver sus espejos, su mobiliario. Así podremos ser capaces de apreciar las palabras que se formaron en la oscuridad, pues solo yendo al origen, a la raíz, puede uno saber de lo que habla.

Ex vivo, en latín, significa «fuera de lo vivo», algo que tiene lugar fuera de un organismo. De esta manera, Ex vivo es un reflejo efímero en el espejo, una refracción de lo que se escribe. «Cuando volví a mirar en el espejo habían pasado varios años. / Tuve que descifrar dónde estaba / y ya no sabía cómo narrarme.» Sara R. Gallardo nos habla a través de la herida, de esa cicatriz que ella misma tuvo al curarse y de la que es irremediable no terminar por hurgar en ella. Gallardo escribió cuando tuvo que escribir. ¿Acaso la poesía es llamada cuando uno no ha de hacerlo? Nunca.

Estamos ante un poemario de la experiencia de lo real, de la experiencia del existir mismo, experiencia de lo que no nos deja marchar. Escribir para cicatrizar. Escribir cuando por fin se puede hablar de ello. Ex vivo es una semilla que alberga la poesía para que podamos crecer con ella, para que podamos acompañar a Sara, que, aunque se escriba a sí misma, nosotros podamos regarla. Estamos ante un poemario que se vuelve planta, que de la tierra, humedecida por las lágrimas, sale una flor. Una flor llamada viva, llamada lástima y llamada experiencia.

«La palabra sustituye a la derrota. La palabra busca imagen de lo que no ser.»

«Cómo aprendemos las palabras
sin advertir qué significan.»

«Resulta más doloroso
tratar de recordar las rutas de las distancias replegarse al intervalo
donde pude pronunciar  «felicidad» sin que se me cayeran que se
deshicieran la gravilla y las manos mismas que aprender los caminos
y el nombre de los trenes.»


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