Índice, de Dorothea Tanning (Vaso Roto) Traducción de Marta López Luaces | por Francisca Pageo
A quien se inmiscuye en el arte, sea de la manera que sea -pintando, fotografiando o esculpiendo-, la escritura, las letras, las palabras… siempre las preceden, suceden o proceden. No hay artista al que las palabras le sean indiferentes, y no sólo por su evocación o el logos imaginal que conlleva la creación, sino también por la importancia de dejarlas constar en el papel. La necesidad de poner en la página en blanco una palabra, una idea, un esbozo. Lo que lleva a la creación y lo que sale de ella siempre se ha sentido como una curiosidad a la que terminamos recurriendo todos a los que nos interesa la obra de un autor. Dorothea Tanning, artista multidisciplinar que abogó por la corriente surrealista y dadaísta, procedió a la palabra poética en la última etapa de su vida. Cuando sus manos, creadoras de esculturas y pinturas, necesitaban posarse ahora sobre un lápiz y un cuaderno. Es entonces cuando nació este libro, Índice, el único poemario de la artista. Hay quien la llama nueva poeta, pero… ¿no es quizás su vida y su arte y su todo lo que han culminado en poesía?
Estamos ante un poemario que se ordena alfabéticamente. Que se observa como una mesa llena de objetos. Objetos que usamos a nuestro antojo y observamos y nos deleitamos con ellos. El objeto es lo otro, pero ese otro lo terminamos haciendo nuestro. Eso es lo que hace Tanning. Aquí, lo profundo de lo cotidiano, la historia de cada gesto, cada objeto y cada momento, toman lugar. La autora crea un diálogo entre todo. Entre lo que vemos y lo que sentimos. Quizá experimentar la realidad no sea más que eso: un diálogo. Una conversación que no sólo hacemos, sino que también presenciamos, ajenos y en tercera persona. Recogiendo las palabras, la luz, los contornos de las cosas, todo.
Hay quien considera este libro un collage. No sólo por las palabras y hechos que recoge, sino también por la multitud de emociones, pensamientos, sentimientos dispares que Tanning ha sabido recolectar de la esencia de la vida. Ella no duda en vivir la poesía. Hay un hilo invisible en su telar de palabras. Un nexo de unión que recoge lo que no vemos con la realidad. Ella sabe tejerlo, sabe hilvanarlo, sabe hacer un hermoso tapiz lleno de colores, de formas, de materia, de luz, de palabras, de sombras, de hechos, historia, actos y consecuencias.
De este modo, su libro es una advertencia sobre la vida. Una advertencia sobre lo que Tanning esconde tras el velo de sus ojos. Una advertencia, también, sobre el misterio y el caos que precede a todo. Quizá Tanning, tras el acto creativo y a lo largo de su trayectoria vital, supo ver lo que la vida es en su pureza. Y nos la muestra. Titubeando, pero también nombrando y silenciando. Porque para unir palabras y esbozarlas como lo ha hecho ella, necesitamos de la pausa. Detenernos ante la vida y observarla.
Leámosla. Detengámonos ante lo que Tanning nos quiere mostrar. Quedaremos apaciguados y callados. Porque no lograremos encontrar palabras que hagan parar el silencio que nos provoca este poemario.
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Dicen que los sueños duran sólo segundos sin saber cuánto
permanecen en nosotros
sin importar el tiempo que duren. O Cuánto.
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Él nos dijo: con los años llegaréis
a amar el mundo.
Y nos sentamos allí con las almas en el regazo
y las consolamos.
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Mis ventanas son detectives privados. Se abren con autoridad:
eligen dejar entrar o dejar fuera. Nada desanima su fervor.
[…]
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