Roja Caperucita, de David Llorente (Antígona) | por Juan Jiménez García

David Llorente | Roja Caperucita

Y entonces un día leímos Te quiero porque me das de comer. Aquello, que debía ser una novela negra, era otra cosa (aunque ahora otras muchas cosas se pintan de negro, como las rosas del país de las maravillas). Sí, estaba todo. Y estaba todo, literalmente, a la vez. Y era una experiencia especial. Tanto que nos quedamos con su autor, con David Llorente, y desde entonces vamos esperando lo que vendrá, como una promesa de que será otra cosa en ese monótono general. Y lo siguiente (a la espera de Madrid:frontera, su próxima novela) es una obra de teatro, Roja Caperucita, que ahora nos trae Antígona.

Y podríamos pensar que es una anomalía, si no fuera porque el teatro es algo inseparable de David Llorente. Nuestro desconocimiento de su obra solo es una cuestión geográfica: la distancia que hay de la República Checa (donde ha desarrollado su carrera) hasta aquí. La obra teatral de David Llorente es abundante y también frecuentemente estrenada (el prólogo de Josef Červený recorre toda esa actividad teatral). En lo que nos interesa (a la hora de escribir sobre Roja Caperucita), debemos saber que no poca de ella, sobre todo en los últimos tiempos y con su compañía El Séptimo Miau, se adentra en la reescritura o, mejor, reinvención de ciertos personajes de la literatura universal, como Don Juan, Godot, Gregor Samsa o Krapp.

Así pues, Roja Caperucita coge el cuento en cuestión y, como una extraña enfermedad, se introduce en él a través de los huecos, de los espacios en blanco que este deja. Frente a las certezas está el principio de la incertidumbre, una invitación a la interrogación. Caperucita lejos de esa niñita de aspecto icónico atraviesa su particular camino de la infancia a la adolescencia, de la madre a la revuelta. Contestataria, su objetivo es preguntarse sobre la vida y la atracción de la luna, y las respuestas las tiene una inaccesible abuela, allá, al otro lado del bosque, que es otro enigma más. Como buen bosque, su objetivo no es llevar a ningún lado, sino extraviar. Y en ese extravío andan unos cuantos personajes, fundamentalmente el leñador, su mujer, el lobo y su amante (que es la mujer del leñador), más un entregado Liendres, que como buen parásito, va allá donde le lleven.

Entregados a sus cosas, a sus pasiones primarias, al influjo del rey del bosque, que es el lobo, la irrupción de Caperucita se convierte en ese elemento turbador necesario para encaminarse al fin de los buenos tiempos. Una Caperucita nada inocente que solo busca encajar cuatro piezas de un puzle del que no le dieron el dibujo. ¿Y la abuela? La abuela espera.

David Llorente construye una divertida versión alternativa a la historia oficial. Más que una versión alternativa, una obra de teatro representada por algunos personajes de la otra, en sus ratos libres, mientras el lobo aún no se ha comido a abuelita y aún es posible reescribir la historia. Un atrevido ejercicio de liberación de unos seres condenados a representar la misma función durante demasiado tiempo que, lunáticos, nos ofrecen una versión alternativa para espíritus libertarios. Ya lo dijo André Breton: abandonad a vuestros hijos en el bosque.

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1 thought on “ David Llorente. Abandonad a vuestros hijos en el bosque, por Juan Jiménez García ”

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