número tres | nuestro tiempo | ilustraciones: francisca pageo
Todo festival es de contrastes. La tendencia natural hacia la heterogeneidad ha hecho de cada una de las últimas ediciones de Sitges la clase de escaparate en el que tienen cabida desde el último largometraje de Hong Sang-soo hasta la producción más reciente y bastarda carne de maratón de medianoche. Por ello, cada intento de acercamiento a un festival como Sitges está condenado a perderse en la variedad de sus texturas, la multiplicidad de sus discursos y, en definitiva, las enormes posibilidades que ofrece una programación tan rica y diversa como la que conforman sus diferentes secciones.
El motivo de este año, dedicado a la inteligencia artificial, ha quedado eclipsado por otros ejes más sugerentes en cantidad y resultados. Así, el apocalipsis ha sido testigo de varios acercamientos, desde lo íntimo hasta lo global, desde el género a la autoría; lo juvenil se ha visto inundado por ecos del mumblecore, historias de fantasmas cargadas de ironía, invasiones alienígenas o comedias de instituto; la familia se ha descompuesto a través de lo paranormal y sus fenómenos extraños, desvelando su monstruosa deformidad moral en su intento por demostrar su modélica imagen, o fabulando en torno a la delicada belleza de la fantasía de nuestra imaginación; la mujer, adolescente o madura, reprimida o plena de autoconvicción, durmiente o activa, ha visto multiplicada su presencia a partir de retratos, sórdidos y luminosos, sobre sus constantes vitales en las sociedades contemporáneas; y la soledad, ese canal que comunica nuestro malestar, que pone en común la tristeza de una criatura inhumana con la condición de héroe hipermoderno de un conductor, que escarba en los subterráneos de nuestra existencia y prolonga la agonía de un anónimo conserje con la falta de metas de unos jóvenes atrapados en la casa de la bruja.
Todos son protagonistas de nuestro acercamiento a Sitges 2011, de los recuerdos que nos llevamos en la maleta y de las ideas que han germinado tras tantas horas de proyecciones y carreras entre las diversas salas. Pero, por encima de todo, y siguiendo la tradición que iniciamos con nuestro primer repaso a San Sebastián, hemos buscado imprimir otra clase de sensibilidad en Sitges. ¿Qué destaca en este Festival por encima de otros eventos cinematográficos a los que podamos acudir? Su cercanía, la calidez de andar por sus calles, encontrándote con un rostro conocido, un amigo con el que coincides en la butaca de al lado, la oportunidad de conversar tranquilamente después de una película. En breve, el aire familiar que despiden esos días. Por eso, nuestra primera visita a Sitges se ha transformado, gracias a las excelentes ilustraciones de Francisca Pageo, en un recuerdo de esos amigos a los que encontramos cada año, que conocemos o que volvemos a ver, pero que siempre mantienen ese pequeño espacio en nuestra memoria, de tantas experiencias y momentos compartidos, de tanto tiempo bien invertido haciendo una de esas cosas imprescindibles: hablar, escribir, discutir y, por encima de todo, vivir ese cine que nos espera a cada nueva sesión. Lo que sigue a continuación no es un relato sino un inventario de impresiones, detalles y recuerdos que dejaron algunas de las películas (extraordinarias, buenas, regulares o malos, eso no es un problema). El otro recuerdo, que importa todavía más, el de los amigos que encontramos y dejamos, pero que siempre están ahí, tiene su lugar en esta breve introducción que sólo quería dejar testimonio de aquellos días felices pasados en la mejor compañía posible.