número uno | pa(i)sajes | selección de imágenes: ferdinand jacquemort
Tarnation es una película que como dice su propio director (refiriéndose a su madre): «No puedo escapar de ella. Vive dentro de mí». Mucho se ha escrito sobre dicho filme, y constantemente reaparece en los debates sobre el uso de las nuevas tecnologías, las home movies y la exhibición de la privacidad. Desde un principio plantea un juego macabro que muchos se toman a pitorreo y del que otros tantos optan por exiliarse. Lo que está claro es que representa una nueva ramificación que, gracias a la democratización de la tecnología, permite reconstruir una memoria, un camino existencial, a través de pedazos de vida recolectados. Un filme intuitivo y de aspecto documental, montado con un programa de edición casero, que inicialmente da la sensación de película pequeña. A medida que avanza, el metraje va mutando, desnudándose —literalmente—, convirtiéndose en algo enfermizo y perverso de lo que no puedes escapar. Un laberinto sin salida que horroriza y fascina al mismo tiempo.
Os adelantamos un nuevo texto de Pa(i)sajes. Hoy Laura Menéndez aborda Tarnation, suerte de home movie, no ficción, viaje a los infiernos y ensayo sobre la identidad en conflicto de su realizador, Jonathan Caouette.
Excelente artículo.
No he visto la película, pero pronto lo haré y podré releer el texto con mayor atención.
Así a bote pronto, se me ocurren un par de preguntas para la autora y para aquell@ que hayan visto la película: ¿hasta qué punto podemos decir que la intimidad y las relaciones familiares como «tema», como base, como punto de partida para una película, sigue siendo necesario, no ya en relación a nosotros mismos – que siempre estaremos necesitados de «nuestro» pasado- sino en cuanto a producto/obra artística, que quizás se dirige a un público, a un exterior, etc.? Si echamos la vista atrás, encontraremos miles de novelas psicológicas con trasfondo familiar y centenares de melodramas televisivos en los que «se trata» la intimidad y las relaciones personales. En este sentido, está claro que hay novelas que sobresalen (Tolstoi, Flaubert, Stendhal, Fontane) y hay películas que sobresalen (Sirk, Bergman, Allen) pero si lo hacen no es sólo por aquello de lo que tratan, sino por el cómo. Entonces, el choque, la repulsa que puede suscitar «Tarnation», ¿son debidos al qué o al cómo? Sé que no se puede separar tan fácilmente el contenido de la forma, pero no sé de qué otro modo enfocar la pregunta.
¿Es posible que el cine haya avanzado, junto a todas las demás artes, más allá de donde el ser humano podrá llegar jamás? Como si, una vez puesta en marcha la locomotora, ya fuera imposible detenerla, que fuera avanzando en círculos, hacia un precipio, hacia atrás y hacia los lados con independencia de forma y de fondo, siempre en movimiento, siempre alrededor de la familia y de los modos de exponer sus miserias.
Hay mucho de lo que dices, quizás todo. En el caso de Tarnation, más que una película familiar, que lo es, acaba por ser una película sobre la locura, una película en la que están todos trastornados de algún modo, y ese trastorno les lleva a intentar destruirse, seguramente hasta de forma inconsciente (lo cual nos remite, palabra por palabra a El desencanto). A la madre de Caouette la toman por loca simplemente por la forma de comportarse y la solución es darle electroshocks, lo cual la vuelve loca de verdad. A partir de ahí, toda la película es rodar por el precipicio. Si todos han contribuido de una manera u otra a aniquilarse, la diferencia es que Caouette tiene la cámara, y la utiliza como objeto contundente, dando algunos momentos en los que uno ya no sabe donde meterse (y ellos tampoco). Sin duda, en ese movimiento circular que señalas, Caouette es darle de puñetazos en los morros a los pasajeros…
Gracias Ignasi. Te recomiendo fervientemente que veas la película!
Como bien dice Juan, Tarnation avanza por etapas, casi rompiendo muros de piedra a puñetazos. Pasa de ser un retrato familiar (!y qué familia!) a una reflexión sobre la locura y la propia identidad. La cuestión formal, el «cómo», como tú dices, es clave aquí. No es extraño entonces que el clímax de la locura (el momento «do the pumpkin») sea el plano más largo y sin cortes del film. Quizás nos parezca repulsivo, pero creo que dentro de ese juego macabro, Caouette es finalmente honesto con respecto a la forma, aunque al final el propio juego no se le sostenga por sí mísmo y tenga que abandonarlo un poco atropelladamente.
Por cierto, disfruté mucho con tu texto sobre Querelle!
Vista la peli, la verdad es que comprendo la polémica que causó y entiendo la pasión que pueda levantar. También es cierto que el estilo (y la persona de Caouette) no me ha encandilado, de ahí que «Tarnation» me parezca interesante pero fallida en su mayor parte. La moralidad o inmoralidad de utilizar material (auto)biográfico no me parece que sea relevante. Me parece mucho más deleznable la actitud del propio Caouette hacia, no ya el material, sino hacia su propia familia, hacia el modo en que utiliza las vidas de los demás para al fin y al cabo decir que no quiere ser como ellos. La falta de respeto no es tanto mostrarlos tal cual son – quien más quien menos todos estamos familiarizados con la miseria- sino mostrarlos con un morbo y un desinterés y un asco que se resumen en una de las escenas finales, en las que él se imita a sí mismo – burda manera pretendidamente cíclica de cerrar la peli- y dice llorando que no quiere ser como mamá, que no quiere volverse loco. Caouette sigue siendo el mismo niño histérico y esquizoide, y el tratamiento que da a la historia de su madre y sus abuelos es la misma que cuando se hacía pasar por mujeres maltratadas ante la cámara. Siempre está hablando él, siempre está hablando de él, es él, él y él sin que sus familiares tengan nunca el menor protagonismo. Cuando dice «quiero saber quién soy» reconoce que, en el fondo, los demás son lo de menos.
Por otro lado, el material rodado no está bien utilizado y en la posproducción se pierde gran parte de su potencial. Tanta música, tantas imágenes, tanta distorsión y tanta pausa dan impresión de estar ante un tráiler alargadísimo en el que nunca se llega a ningún sitio. El «do the pumpkin», sin ir más lejos, no me impresionó porque sigue siendo una manifestación más de ese Caouette omnipotente obsesionado con su madre pero que sólo habla de sí mismo. No me pareció una escena sincera, o que estuviera insertada dentro de un discurso sincero. Al contrario. Que se dedique tanto tiempo a hablar de su madre – tampoco tanto tiempo, puesto que la mitad de la película la pobre mujer está ausente- para, al final, decir que «no quiero ser como ella» no me pareció un gran resultado o una gran conclusión. Más que nada, por la manera de decirlo. No me pareció desnudo, ni inmoral, ni doloroso, ni nada. Sólo pobre, pobre en lo formal y pobre en lo temático.
Los abuelos y la madre en el fondo son los grandes perdedores. Si ese es el legado que han dejado a Caouette – ¿es posible algún otro legado? ¿no son todas las herencias igualmente asquerosas?-, si esa es la visión que Caouette tiene de lo que le han dejado… pues menuda suerte, la verdad.
Por cierto, ¡thanks por tus palabras, Laura!
Se me ocurre (y ya dejo de escribir, jaja) que lo que se cuenta en «Tarnation» me parece una buena excusa para ser cineasta o para empezar a rodar pelis, esto es, el dolor y la locura que se reflejan en ella me parecen tan reales como la vida misma (que ya son). Pero como «resultado» de dicho dolor, como consecuencia, como modo de paliarlo… pues no me satisface para nada. Es como la obra de un adolescente de 40 años. Por eso digo que Caouette no me parece interesante: parece haber madurado muy, muy poquito su visión del mundo – y eso se refleja en la peli.
Ignasi, date cuenta de cuánto has escrito sobre Tarnation. Ahí está la gracia. Esta película despierta diferentes resortes según la persona. Dices varias veces que no te impresionó, que no te despertó nada, que te parece pobre, etc: lo único que puedo decirte es que a mí me funcionó por etapas, llevo años con ella en la cabeza y cada poco reaparece. Dale tiempo, quizás te ocurra lo mismo. Es una película chupasangres, jeje. También, date cuenta de que es uno de los primeros experimentos de película casera en digital, hace años sería impensable hacer esto. Como bien dices, es irregular y fallida por momentos, el montaje es totalmente intuitivo, hay momentos que no sabes hacia dónde va… para mí lo importante es que te hace sentir, la odias o la amas pero no te deja indiferente y no creo, con sinceridad, que tu caso sea una excepción. No podemos dejar de hablar sobre ella!!!
pd: Sí, el tipo es odioso! 😀
Pues como yo también me cuento entre los que aún no han visto «Tarnation» (habrá que ponerle remedio no tardando mucho…), he de opinar por lo que he leído, tanto en el excelente texto de Laura como en el revelador hilo consecuente. Lo que comentáis me recuerda mucho a la polvareda levantada a propósito de «Anticristo», película que más allá de su calidad, constituye un ejercicio catártico en toda regla.
Y no es extraño que, cuando uno asiste impertérrito a tal ejercicio de visceralidad, reaccione emocionalmente ante lo que le muestra la gran pantalla. A mi, personalmente, no es un recurso que me agrade especialmente, pues creo que hay otras maneras cinematográficamente más validas de trasmitir un mensaje complejo al espectador, favoreciendo además un procesamiento no exclusivamente emocional.
Pero también es cierto que el producto resultante es menos valiente y agónico. Lo cierto es que, si apelamos a la legitimidad de esta manera de plasmar la realidad, no tendría muy claro que decir. Supongo que es bueno que se filmen este tipo de obras, aunque sólo sea para tener claro que es lo que no te gusta.