número tres | kinetic art. nuevos lenguajes, nuevos espacios | ilustraciones: vanessa agudo

Sucker Punch | Zack Snyder

En su conocida obra La interpretación de los sueños, Sigmund Freud aseguraba que una de las grandes humillaciones para el hombre fue descubrir que era incapaz de controlar sus sueños. El padre del psicoanálisis descubrió que, durante los sueños, las emociones enterradas bajo la superficie subconsciente salían a la superficie consciente, expresando de manera codificada los deseos, temores y recuerdos que guardamos. Desde su nacimiento, el cine ha perseguido capturar las formas de esas imágenes subconscientes para exponerlas ante nuestros ojos. Desde Méliès a Gondry, pasando por Lynch, esa búsqueda ha encontrado las más embelesadoras fantasías y también ha despertado terribles pesadillas.

Sucker Punch, hasta la fecha la última película del norteamericano Zack Snyder, está conducida por un recorrido subconsciente en el que el director busca modelar la forma de los sueños, mientras persigue febrilmente el sueño de la forma que atraviesa su filmografía en películas como 300 o Watchmen. Aquí, ese viaje onírico es posible gracias a un ejercicio libérrimo en el que el cineasta se propone emborronar el nivel consciente y, con él, los límites habituales de la representación cinematográfica. Para ello, Snyder no duda en recurrir a aquello que en una ocasión el crítico Armond White bautizó como Kinetic Art, en el que el lenguaje se pone al servicio de la imagen y la dinámica de la acción que transcurre en ella; una imagen por fin liberada de los imperativos narrativos, ahora sí exenta de los encadenamientos lógicos y dispuesta a dar forma, mediante un proceso cuasi anárquico, a aquella materia de los sueños a la que cantaban los Eurythmics. Esta puede estar hecha de ejércitos steampunk y máquinas de guerra, cielos surcados por dragones y trenes explosivos que viajan hacia metrópolis del futuro. Porque, en Sucker Punch, esa materia bebe de los videojuegos, del videoclip, del cómic y de todo aquello que ha alimentado la imaginación de generaciones de espectadores. En Sucker Punch, los sueños se traducen en forma de denostados placeres epidérmicos, géneros y formatos que un día fueron relegados a la categoría de subcultura, pero que aquí se rebelan, como se rebela Babydoll, para escapar al fin de una realidad que pone fronteras a nuestros sentidos.

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