número dos | pa(i)sajes: negro sobre negro | imágenes: paula arantzazu ruiz
En el principio fue Jacques Audiard o, más concretamente, por qué nos interesaban sus historias hechas de azar y casualidades. Pero unas palabras de André Techiné a propósito de (Un profeta y) la solidaridad perdida entre criminales, cruzaron nuestro camino con el vasto agujero que dejó el neopolar entre las últimas imágenes del cine de Jean-Pierre Melville y las primeras de Audiard. Y es que para entender la eventual pérdida de la cooperación que ilustraban los protagonistas de La evasión, de Jacques Becker, hay que recorrer un camino que atraviesa la serie negra, Jean-Patrick Manchette, la sordidez constituida en figura de estilo, el ocaso de los gangsters y el nacimiento (vía Jim Thompson) de los miserables y desarrapados, y un largo etcétera de nombres que, entre los ’70 y nuestro presente, han dibujado el perfil de ese agujero negro al que fueron a parar los arquetipos melvillianos, amplificando la corrupción moral de Clouzot y subrayando que el neopolar sólo pueden entenderse como el principio del fin, el viaje a ninguna parte.
En El agujero negro de la sèrie noir, Óscar Brox nos propone un trayecto a partir de las sensaciones, lo más viscerales posibles, que proyecta parte del cine y la literatura del género, en busca de una colección de imágenes que describan este intermedio entre dos formas de entender la serie negra. Un mundo violento, degradado y nauseabundo, en el que sus protagonistas agotan el último aliento mientras contemplan a su existencia colapsar en toda esa abyección que la moral no puede domesticar, porque no da más de sí.
Excelente reflexión, Óscar. Toda esta insondable negrura me ha hecho recordar las múltiples aristas de un género del que he visto poco e inconexo. Habrá que volver al noir para luego pasar al neonoir, estableciendo los debidos vasos comunicantes entre literatura y cine. ¡Qué pena de falta de tiempo!