número dos | pa(i)sajes: negro sobre negro | imágenes: paula arantzazu ruiz
En su retrato sobre el cine de Henri-Georges Clouzot, Jean Mitry lo definía con las siguientes características: realismo torturado, incluso visionario, que frisa con el sadismo, aficionado a la pintura de seres perversos, crueles y obsesos. Basta comprobar la nauseabunda delectación con la que describe al personaje principal de La prisionera en su prólogo, o el paulatino enrarecimiento de la atmósfera de El salario del miedo. Su cine se preocupa por reflexionar en torno a la podredumbre de la condición humana, haciendo de Clouzot un cultivador del pesimismo humanista, y de sus películas incómodos alegatos sobre la fragilidad a la que nos conduce el miedo.
A través de Filtraciones del mal en Le Corbeau, Jordi Revert construye una reflexión en torno a las obsesiones temáticas de Clouzot, tomando el microcosmos que protagoniza la película como perfecto ejemplo de la manera de ver y sentir la abyección por parte del cineasta. Como la perfecta radiografía de un lugar en el que no existe esperanza, que ya no puede dar más de sí. En el que sólo queda esperar hasta que se ahogue definitivamente en su culpa.