Nueva York, años 60. Toda una constelación de pequeños grandes cineastas invade cada palmo de la ciudad. Armados con sus cámaras recorren y registran la realidad tras cada barrio, edificio o grupo humano. Una pieza de esa constelación podría ser Shirley Clarke y su mirada al Harlem de The Cool World. Alrededor de Clarke, Barbara Rubin ya había dirigido su primer trabajo y la hija de Shirley, Wendy, veía más cerca en el horizonte su obra futura. Como en toda concentración de talento en ese momento de la historia, Rubin y Wendy se encontraron trabajando durante un tiempo, hasta que la etapa se quemó, en una tienda de ropa hippie. Cuando el negocio acabó en quiebra, Wendy estaba más cerca del audiovisual y Barbara de encontrar la religión y emigrar a Francia. Del caldo de cultivo cultural de aquella época surgió la visión que impregna la obra cumbre de Wendy Clarke, Love Tapes, un inmenso mosaico de declaraciones a cámara que, alrededor del amor y de sus experiencias, hizo del proyecto la posibilidad de construir un foro de de discusión.
En unas cajas, de Jesús Cortés, es el balance de ese proyecto largamente cocinado por Wendy Clarke: sus grabaciones, silencios, grupos de individuos seleccionados para compartir sus interioridades… Pero también es el testimonio de un tiempo en que el audiovisual congrega la mayor cantidad de cine efímero de su historia, donde las diminutas pinceladas, laboriosas y entregadas, sustituyen al trabajo organizado de la industria. Como una terapia, un confesionario audiovisual, Love Tapes recoge las historias mínimas de cada personaje que se sienta frente al objetivo. Y Jesús Cortés nos explica esa extraña fuerza que impregna al trabajo de Clarke, fruto tal vez de un periodo cultural determinante para el cine experimental.
Número cuatro
Pa(i)sajes: Lo efímero
Ilustraciones: Vanessa Agudo