Para un espectador, el cine es una colección de instantes que se agolpan en el interior de nuestra memoria. A algunos les concedemos más importancia que a otros, según el grado de implicación emocional que guardamos con esta o aquella película. Sin embargo, es curiosa nuestra insistencia a la hora de atraparlas y convertirlos en piezas cuya duración e impacto supera a las del original. En ese tránsito que describe el paso del celuloide al archivo de nuestra memoria se produce, también, una alteración que convierte cada fragmento en algo más de lo que inicialmente hubo. El paso de un tren, la carrera desesperada hacia una cafetería o subir las escaleras que comunican con el piso de un desconocido ganan en matices y palabras que, fruto de nuestra narración, añaden información a aquella que teníamos previamente. De ahí que recordar acabe siendo, en cierta manera, volver a imaginar, como si entre aquella película y la que explicamos mediasen un cúmulo de experiencias que cambiasen nuestra primera lectura. De ahí, en fin, nuestra querencia por aislar y preservar esos momentos fugaces del cine que tratamos de conservar por encima del conjunto, como pequeños fragmentos que hemos integrado en nuestras propias vidas.
En La persistencia del instante en el cine francés, Rubén León inicia un recorrido transversal por esa historia de cineastas singulares que, época tras época, han marcado el rumbo del cine. Por sus momentos, historias, rostros, actores y actrices que han quedado apresados en esos instantes que ahora la memoria se empecina en fijar. En un ejercicio como aquel que Georges Perec emprendió en su obra literaria, esta colección de instantes no es solo un estimulante viaje alrededor de medio siglo de cine, también es un catálogo de experiencias vitales que se arremolinan en nuestros recuerdos.
Número cinco
Pa(i)sajes: Persistencia del instante
Imágenes: Paula Pérez