Flores rojas, de Yoshiharu Tsuge (Gallo Nero) Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | por Juan Jiménez García

Yoshiharu Tsuge | Flores rojas

Ya habían pasado unos años desde que Gallo Nero publicara Nejishiki, nuestro último encuentro con Yushiharu Tsuge… Nejishiki seguía a La mujer de al lado y a El hombre sin talento, su obra mayor. Y echabamos de menos sus derrotas y la melancolía de esos perdedores. Tal vez no sea solo así, pero tal vez sí. Ahora, con Flores rojas, nos encontramos con obras que creó alrededor de sus treinta años y anterior a las otras. Y hay algo que de alguna manera me resulta distinto en estas historias cortas. Sí, Tsuge está ahí, en todos lados, como no podía ser de otro modo en un creador como él, pero no encuentro esa desesperación, esa pérdida. aunque nada le sea ajeno. Hay en las historias, por otro lado, como la presencia constante de un otro. De un visitante que durante un tiempo, mayor o menor, irrumpirá en el discurrir del tiempo de los demás. Cazadores perdidos o un simple pájaro, como en Chiiko, un bellísimo relato sobre la desaparición. O un tema que será recurrente. El del viajero, el turista, que aparece en unos baños o en un albergue perdido en el último rincón del mundo, un mundo cerca de ser sepultado por el tiempo inevitablemente pasado o por el éxito o el fracaso de las empresas.

La belleza está por todas partes pero es frágil. Demasiado frágil. Quebradiza. Y habita en los rincones más insospechados, entre la naturaleza, transitada por personajes que parecen ser los últimos descendientes de razas en extinción. Tsuge se lo toma incluso con humor e incluso hay un algo hedonista, de encuentros con los últimos placeres. Una geografía de un Japón al margen de la Historia, entendida esta como algo grande. Sea lo que sea ese grande. Su estilo de dibujo también es menos agresivo, como si todavía conservara esperanza en un futuro, también para él. Y todo ello hace de Flores rojas una obra singular, llena de un encanto casi juvenil. Como si todavía hubiera un tiempo para la inocencia. Para dormir en el interior de los relojes, para el mar, la lluvia y la infancia, para la espalda desnuda de una mujer, o el canto desvergonzado de unos jóvenes, para pájaros pintados o el monte Fuji surgiendo entre la niebla, allá, al fondo, en el horizonte. 

Los cuatro mangas aparecidos en Gallo Nero nos ofrecen una visión de un dibujante único, en cada una de sus obras, desde lo autobiográfico a los sueños, de los sueños a lo cotidiano. Cómo no sentir apego por Yoshiharu Tsuge. En él encontramos una evolución y una búsqueda, y sus obras, en lo que conocemos, no dejan de ser estados de esta. Un trabajo en evolución que parece indisoluble de su propia vida, incluso en Flores rojas, aunque lo afirme desde la ignorancia y la intuición. Y es que me resulta imposible pensar en Tsuge sin que él esté ahí, de una manera u otra en sus dibujos, en sus historias, en sus personajes. Manga del yo.


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