Tómese las proteínas y póngase el casco. O bien cómase un dónut y retírese la escafandra para suspirar e intentar entablar conversación con las máquinas. No hay otro propósito en el terruño lunar, una vez cumplidos todos los deseos de Elon Musk, porque nuestras insatisfacciones continuarán rotando en ciclos infinitos. No importa cuánto viaje el hombre triste y aburrido, si la depresión se sube con él al mismo cohete, y esto lo sabe hasta un robot terapeuta.
¿Cuál es su nombre?, dice el cacharro, imitando las costumbres de las personas parlanchinas. Nombre desconocido, suplantado por unas funciones que suenan de rechupete pero que no conllevan ningún esfuerzo: señor agente, señor policía. Podría ser el famosísimo Major Tom, o Tom Gauld a secas, que en todas sus viñetas sencillas y expresivas se dedica a representarnos a todos los demás. Apenas un puñado de palabras, el color blanco y variaciones de saturación sobre un mismo tipo de azul, y ya estamos instalados en la luna, donde de inmediato nos sentimos como en casa. ¿Todo correcto, nota algún tipo de presión? Tómese otro dónut.
La vida aquí no tiene nada que envidiar a la de ahí abajo; es más, la luna dispone de cantidades ilimitadas de tiempo y silencio para invertir en la meditación que tanto persiguen los terrícolas. Puede incluso practicar el movimiento slow, ya que la gravedad no es la misma y tardará horas (si no días) en recibir el correo y el cambio de una máquina expendedora. Nada que echar en falta de la Tierra. Imaginamos que le apetecerá replicar ¿y para qué un policía en medio de la nada, en lugar de unos ingenieros, unos geólogos, un vlogger de viajes? No hay rastro de selenitas que evaluar, ni muchos más humanos de los que llevar un registro.
De entrada, ¿cómo pretende encontrar un oficio lógico en un espacio donde no teníamos nada que hacer? Lo sabe, incluso lo intuía en su país de origen. Consuélese con un dónut, son idénticos a los de siempre. Quizá la luna necesite un policía que controle las ilusiones desmedidas que los humanos trasladan al espacio. Un Neil Armstrong anclado para siempre en el bucle de su descubrimiento, por ejemplo. Las esperanzas de gente corriente que esperaba encontrar… ¿El qué? No se sabe tampoco aquí arriba. Cualquiera se siente agotado por la belleza y los paisajes nuevos. El espíritu que quería encontrar la paz en la luna al final siente de nuevo el tirón de la Tierra, como un perro fiel que regresa siempre a casa.
Rogamos en todo caso que reconsidere la situación. Tiene coches voladores. Hay palmeras encapsuladas. Cada semana lo cambiaremos de habitáculo para recibir el estímulo de un ambiente nuevo. Las mejores franquicias de café y bollería esperan instalar un punto de venta en breve. Pruebe, pruebe un dónut. ¡Hasta el robot terapeuta es auténtico y no cobra por sesiones! ¿Sigue sin gustarle? ¿Se siente solo, inútil, invisible, olvidado, el único humano de la colonia, y la luna le parece tan triste como declamaban todos esos viejos poetas? Por favor, antes de partir siéntese un momento y vea cómo son realmente las cosas azules y blancas en este trozo de firmamento: tal vez la cara oculta de la luna es que aquí arriba aún hay esperanza. Eso es, respire hondo, aprecie lo ridículo y hermoso que es todo, que su vida cabe en un pequeño libro sin apenas texto. Y tómese un dónut.
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