Diario rural. Apuntes de una naturalista (Primavera – Verano), de Susan Fenimore Cooper (Pepitas de Calabaza) Traducido por Esther Cruz Santaella | por Francisca Pageo
Susan Fenimore Cooper fue la primera naturalista en publicar un libro sobre el medio rural. De hecho, se sabe que Henry David Thoreau leyó su libro unos años después de su publicación. Es una cuestión de alabanza hacia Susan que su libro fuera publicado en aquellos tiempos, en una época en la que la voz de las mujeres se veía enormemente silenciada; sin embargo, Susan luchó por ello: sería sufragista e incluso fundaría un orfanato de enorme éxito. Estamos, de este modo, ante una mujer profundamente poderosa que aprovecharía todos sus recursos para llevar a cabo obras sociales y una apuesta de gran envergadura por la ecología. Pero no nos vayamos por las ramas, estamos aquí para hablar de este libro, de estos diarios, de estos apuntes rurales que Susan escribió tan atenta y pausadamente. Unos apuntes que transcurren en primavera y verano en esta edición y que nos harán ver la belleza y la vida sin artificios ni dilaciones.
En Diario rural, Susan habla de la vegetación, del clima, de los pájaros y de todo lo que le rodea. Estamos, así, ante una perspicaz observadora que posa sus ojos en todo cada vez que sale a la naturaleza. Susan también cuenta el método de elaboración del azúcar (es casi el cultivo más importante de la zona en la que vive) y sus detalles son minuciosos. También, las descripciones sobre los pájaros parecieran ser un soliloquio. No es menester decir que el espíritu de Susan es el de un pájaro, pues revolotea por la naturaleza y los campos y bosques como si de su hábitat se tratara.
Estos diarios son todo un compendio de la naturaleza, ya que en él encontramos todo lo que podemos encontrar en un entorno tan bello como el que Susan vivió y experimentó. Leyéndola tenemos ganas de irnos de paseo con ella, pero ya lo hacemos. Nos vamos de su mano mientras nos cuenta estas historias. Nuestros pensamientos aquí se quedan muy quietos y silenciosos, como la protagonista del libro se queda ante los pájaros posados en las ramas de los árboles. Es, de este modo, un libro que resulta todo un goce para los sentidos: en él se halla color, formas, olores y sonidos. Así, asistimos a todo un festival en el que nos vemos hastiados de un modo u otro, ya sea por toda descripción que Susan hace como por la manera en la que estas se hallan descritas. Con ellas nos elevamos y también queremos ser Susan, pero nos conformamos con leerla porque de, alguna manera, también asistimos a lo que ella experimenta y ve. Con este libro sentimos algo puro y a la vez notamos un alto sentido orientativo hacia la vida, hacia lo rural y hacia la individualidad que cada ser humano puede y debe dar de sí.
Aquí es la naturaleza la verdadera protagonista pese a que sea Susan la que la experimente y así es como debe ser. Susan era consciente de su importancia, de lo que se ofrece a sí misma y de lo que nos ofrece a nosotros. En el mundo de hoy no le damos la importancia que se merece, pero ahí tenemos el legado de Fenimore Cooper para hacernos ver que la naturaleza y lo rural requieren tener una cabida en la sociedad. De ella viene lo que comemos, de ella viene el origen de la vida, su más pura esencia.