Buena alumna, de Paula Porroni (Minúscula) | por Francisca Pageo
Buena alumna es la primera novela de Paula Porroni, escritora argentina que llega a España de la mano de editorial Minúscula y que nos trae todo un reflejo de la sociedad actual. Digo reflejo porque todo lo que se puede leer puede pasarle o haberle pasado a cualquiera, ya que narra una historia del presente que cohabita en el mundo (post)académico de manera plena y sincera.
Esta buena alumna ante la que estamos, la cual no tiene nombre pues se refleja en el libro como si de su diario se tratase –ya que está escrita en primera persona–, regresa al pueblo inglés donde estudió Historia del arte con la esperanza de poder retomar sus estudios y así, de paso, poder dar de nuevo lo mejor de sí para conseguir labrarse un futuro. Esta buena alumna, la cual ahora subsiste gracias al dinero que le envía su madre, busca trabajos y doctorados en los que especializarse para así exprimir al máximo lo que le queda de juventud. Y es que esta buena alumna, sin nombre, se halla en la tesitura de no saber muy bien dónde ir a parar, aunque finalmente le otorguen una beca en una universidad del norte de Inglaterra, la cual no tiene mucho prestigio pero en la que podrá retomar el estudio, objeto de su tesis, sobre las naturalezas muertas.
Con las palabras de esta novela, Porroni retrata una sociedad que acepta el fracaso, un fracaso que aunque no haya más remedio es imposible de evitar y en el cuál todos nos podemos hallar reflejados de una manera u otra. Porroni nos lleva a una sociedad, nuestra sociedad, donde los estudios están frente a todo, incluso si lo vocacional está en otro camino y las riendas sólo dependen de cuánto estudiemos. En esta novela, la trama y la vida de la protagonista se desarrollan sobre la marcha. Nos enseñan a vivir sobre ella, sobre lo que nos va tocando y a planear según se vayan dando los acontecimientos. Es una novela que nos enseña a exprimir al máximo el presente, a vivir el carpe diem con todas sus consecuencias y sus despliegues.
Porroni ha sabido entregarnos con sus palabras lo que una veinteañera puede vivir perfectamente. En este caso, una veinteañera argentina que, pese a todo, se esfuerza por ser mejor, por vivir de verdad las cosas, por extraer todo lo que puede de sus virtudes y aventuras. Esta buena alumna irá de la mano con Anna, su mejor amiga, y también con los habitantes de sus apartamentos, como Mihalis, su compañero de piso, o su casera, quien le dará una visión de cómo habiendo estudiado mucho en la juventud, se puede llegar a ser “nada”; pero no digamos esto, no se puede ser “nada”. En esta novela el ser nada es también el ser persona con todas sus consecuencias, ya sean buenas o nefastas. Ser “nada” es también vivir lo que te toca, es ser en sí mismo todo lo que uno también puede ser, porque ser “nada”, como la casera, es ser también a la vez todo, aunque a esta buena alumna todo esto le resulte horripilante y ajeno a ella.
Sin duda estamos ante un libro que, aunque breve, contiene la esencia de la juventud, la esencia del aún queda mucho que hacer por delante aunque consideremos que ya hemos hecho todo lo posible respecto al tema académico. Esta buena alumna nos hará reflexionar sobre nuestro estado ante la sociedad, ante lo que conlleva ser persona no sólo con uno mismo, sino también ante los demás. Y, en definitiva, nos hará ver que la vida, aunque planificada desde un primer momento, puede torcerse y obligarnos a acarrear con todo para volver a encauzarla a nuestro debido antojo.
Imagen: Felipe A. Bruzzone.
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