La seducción del mirlo blanco, de Mohamed Chukri (Cabaret Voltaire) Traducción de Malika Embarek López | por Juan Jiménez García
Un libro sobre la literatura. Los libros de una vida. Aquellos sobre los que volvemos una y otra vez y aquellos de nuestra desafección. La escritura y la vida. Cuando creíamos que ya conocíamos todas las facetas de Mohamed Chukri (gracias a la extraordinaria labor de Cabaret Voltaire), eso es lo que nos encontramos ahora. Tras sus novelas, sus crónicas de encuentros tangerinos (con Paul Bowles, Jean Genet o Tennessee Williams) o sus libros de relatos. En cualquier caso su obra siempre está atravesada por un mismo impulso: el impulso de contarse. No es algo narcisista, sino más bien una cuestión de proximidad. De intimidad de la escritura. Es difícil entender la obra de Chukri como una ficción (aunque tenga parte de ella), porque no hay página en la que no creamos encontrarle. En la que no resuenen sus palabras y no las de otro narrador interpuesto. Y tanto es así que también ocurre en La seducción del mirlo blanco, que reúne cinco ensayos alrededor de la literatura entendida como todo. Desde los nuevos héroes del pasado hasta la poesía. Desde sus contemporáneos hasta la belleza.
El héroe y su liberación. Tal vez deberíamos decir el antihéroe y su suicido. O su muerte. Física o no. ¿Cómo calificar al Raskólnikov de Crimen y castigo o al Meursault de El extranjero? Y son solamente dos personajes de su siglo que sirven para emprender una búsqueda de esa figura que lo atraviesa. De esa desesperación, iba a escribir. Para Chukri es el punto de partida para volver sobre lecturas y autores esenciales, y también sobre aquellos por los que siente un poco velado desencanto (vamos a decirlo así), como Naguib Mahfuz. También pasa situar su obra en esa corriente, bien sea a través de autores extranjeros o del mundo árabe. Shakespeare no le convence por su irrealidad. Se siente más próximo de ese loco creado por Cervantes. Tal vez sea una cuestión de Quijotes. Una declaración de principios: Escribir sobre la fealdad y la belleza tal como son. Para es escritor tangerino lo que es especialmente molesto es la irrealidad de aquello que se cuenta o de los sentimientos, como le ocurre con el Said Mahrán de El ladrón y los perros.
En Mi concepto de la experiencia literaria sigue la línea que se ha marcado, solo que ahora su mirada es más sobre aquellos que comparten su tiempo. Ya no se trata de los personajes, se trata de escribir. Es decir, de vivir. A Chukri le resulta insoportable un escritor como Tahar Ben Jelloun, porque no entiende la escritura como un encargo o algo que se pueda hacer desde un despacho en una editorial. En este breve tratado sobre el oficio de vivir no dejan de recogerse todas las constantes y referentes de su obra, aunque ninguno de estos sea tan importante como habitar esos lugares que la conforman y un trabajo constante por entregar esa realidad que le rodea. En El rechazo y la fealdad del mundo completará esa visión. La búsqueda de la belleza a través de la imaginación, partiendo de nuestro interior. Trascender la existencia humana para encontrar otra cosa, un ideal.
Es interesante comprobar que pese a la disparidad de medios que utiliza, incluso en aquellos menos propicios, como podrían ser estas reflexiones sobre la escritura y la literatura, Chukri se impone desde una escritura particular y una manera íntima de entender todo aquello que hace. Sus textos se convierten en algo más y la experiencia es una especie de conocimiento interiorizado. La vida está en todas partes y, por supuesto, también en los libros de los otros. Encontrar las palabras a través de aquellos que nos precedieron y que comparten nuestro tiempo. Mientras habla de Sartre o de Gide pueden aparecer algunas de las mujeres que ocuparon un espacio en su vida. Y todo es la misma cosa. Una manera no de entender el mundo, sino de estar abierto a su comprensión.