Fungarium, de Katie Scott y Ester Gaya (Impedimenta) Traducción de Consuelo Rubio Alcover | por Óscar Brox

Katie Scott y Ester Gaya | Fungarium

Ya son unos cuantos los años que Impedimenta mantiene su apuesta por el libro ilustrado. En esa porción de su labor editorial han aparecido obras tan singulares y hermosas como El viaje de Shackleton, de William Grill, o La levedad, de Catherine Meurisse, por citar dos de mis favoritas. Pero, también, una curiosa obra que aúna el interés por la divulgación científica con el libro ilustrado. Me refiero a los Animalium o Botanicum, que junto a este último Fungarium comparten en común el trabajo de la dibujante Katie Scott.

Hablamos de libro ilustrado, pero quizá sería más apropiado decir museo ilustrado, en tanto que la ambición de Scott es la de trasladarnos a cada una de las salas y departamentos que pisaríamos durante una visita museística. En esta ocasión, con la colaboración de Ester Gaya y el Real Jardín Botánico de Kew. Dicho así, Fungarium concede al lector el placer de volver una y otra vez sobre sus páginas, recorriendo cada sala con un espíritu diverso: dejándose llevar por las ilustraciones, por las explicaciones sucintas que ofrecen un poco de contexto investigador o por las leyendas que complementan a dibujos y textos largos. Es decir, que este es uno de esos libros que pueden leerse de varias maneras: con el ánimo curioso, picoteando entre páginas, o con el afán, a ratos más propio de la infancia, de empaparse de una historia relativamente desconocida. El mundo de los hongos y su presencia extraordinaria en la tierra.

Decimos desconocida porque los propios autores recalcan en diferentes ocasiones que las investigaciones en el campo de la micología apuntan hacia un vasto catálogo todavía por descubrir, que nos acompaña desde el principio de la Historia y constituye una presencia casi fundamental en nuestro ecosistema. Así, Fungarium desgrana la naturaleza de los hongos, sus métodos de reproducción y su integración en la naturaleza y la naturaleza humana (tanto en su toxicidad como en su faceta de activos medicinales), con esa mirada fascinada ante un universo que a veces solo abarca lo micro. Lo pequeñísimo e invisible que, sin embargo, está presente en todo. Entremezclado con las raíces de los árboles, entre sus hojas caducas, o en plena convivencia con ese otro mundo a ratos ignoto, el de los insectos.

Scott y el resto de investigadores de Kew se permiten corregir algunos errores históricos, especialmente los de aquel padre de las taxonomías que fue Carlos Linneo, así como contagiar al lector esa sensación de disfrute cada vez que desmenuzan el infinito mundo de los hongos. Y los dibujos de la ilustradora están, asimismo, atentos a esa disposición. Scott bebe de la ilustración del libro científico sin por ello olvidar lo que representan sus dibujos: capturar esa maravilla que se abre paso entre la naturaleza microscópica. La panoplia de formas, de presentaciones, el fungarium que nos hace pensar en lo ignoto de un mundo que, sin embargo, está a unos pocos pasos de nosotros, en mucho de lo que pertenece a nuestra esfera cotidiana. Pero que, también, como señalan las autoras, replica esa situación de asistir a los sonidos de una selva tropical, en comunión con todas esas formas, insectos y vidas que se manifiestan en su absoluto esplendor ante unos ojos desconocidos. La maravilla.


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