Bravas bravísimas, de Jara Narvalaz Napal (Brillo) | por Gema Monlleó

Jara Narvalaz Napal | Bravas bravísimas

“Ploro enmig d’un polvo,
nse ke enyoro
S’està morint la mort,
prò jo nom moro
Apàtic guanyo molt
fes-me una foto
Curro fins les nou
vine amb la moto”
Trust no bitch by La Zowi but you’re in a bathroom at a party
Els enyoooors, Jun Komura 

Ellas. Nosotras. El grupo, la tribu, las bravas. Las bravas superlativas. Las bravas bravísimas. Las de la red. Las del amarre. Las trapecistas. Las que bailan y las que besan. Las que hablan y las que cantan. Las que abrazan. Las que se abrazan. Las que se escuchan. Las decididas con brilli-brilli. Y las que lloran. Las que se sostienen. Las fieras yo-contigo y yo-por-ti 

Bravas bravísimas, el libro de la artista plástica Jara Narvalaz Napal (Pamplona, 1995), sabe a chicle y purpurina (aunque no se come), suena a trap y a dancehall (aunque no tiene altavoces), y es una coreografía de la sororidad (aunque no baila) (¿no baila?) (¿seguro que no baila?). 

Ellas, las amigas, las sin-nombre-con-número (porque se llamas Dos, Tres…, porque son ellas pero somos también nosotras) despliegan estrellas como maquillaje, corazones como pezoneras y botas que hubiesen entusiasmado a los añejos Abba. Ellas, Flow 2000 (“Flow 2000 (ah) / Britney en los tiempos de ante’ / Flow 2000 (original) / Yo original, ello’ farsante’”, Flow, Bad Gyal), calcetines-con-aspecto-de-calentadores, fluorizadas en sus colores, dípticas (y trípticas) en coreografías de discoteca, pole dancers entre el ballet y el carnaval.  

Ellas, lilas en acuarela, difuminadas en pigmentos de mariposa que llevan el naranja en el sexo, el naranja en las alas (¿no será que son lo mismo?). Ellas, vulnerabilidad vs intimidad vs precariedad vs “le va a pedir salir”. Y de nuevo el flow, el Flow, y los colores que me llevan al Fallen leaves de Aki Kaurismaki (2023), a la mirada al salir de la fábrica, al quiero pero no sé si quiere pero ¿seguro que quiero? pero ¿y si no quiere? (“Quiere darle importancia al momento, así que está grabando una mezcla con música que le recuerda a ella. “Con mensaje ¿Sabes?” dice”). Y las espaldas se curvan, y el arcoíris es amarillo, amarillo-lila, amarillo-naranja, amarillo-puntitos y namasté (del sánscrito नमस्ते [nʌmʌsˈteː]) y rastas como cuernitos de reno bueno y ojos, y ojos, y ojos. Y la vuelta a comenzar es un pas a deux, y el baile es danza minimalista de dos en eje simétrico, de dos en dos colores y de dos en papiroflexia imposible. Y es tú y es yo y es ellas y es nosotras (es, no soy, no somos, es). Y es cueva y es casa y eje y sostén y es espacio seguro sin paisaje y sólo con presencia, sólo con figuras, sólo con ese ampararse sin mirada y con disposición.  

Funde a blanco. Cae el telón. Retruena la ópera de la trapera más bella (“Como a mi esmeralda, te puse a brillar / (Como a—, como a mi esmeralda, te puse a brillar) / Yo nunca podría esa piedra empeñar / (Yo nun—, yo nunca podría esa piedra empeñar)”, Intro La Joia, Bad Gyal, 2024) y los ojos brillan, “brillitan”, y las pestañas son pantone índigo, pantone colonial, pantone air forcé, pantone réflex blue, pantone electric blue lemonade y no son sólo pestañas, son alas en la cara, alas mirando a las nubes del eje simétrico “desrotado” o “rerrotado”, alas brisa para el salto de trampolín (“Le encanta el sexo. Le / puto / flipa”). Y de nuevo la simetría en poses en lucha grecorromana, en estampas de la anti-república-de-Weimar, como si una Leni Riefenstahl revenida al hoy y brillando con highlighter (“Estoy brillando con highlighter, ¿no lo ves? / Un clavel en mi melena, ¿no lo ves? / He subí’o quince stories, ¿no lo ves? / Mira que quiero ser buena, ¿no lo ves?”, Brillo, J Balvin y Rosalía). Y la lucha es baile y el baile es perreo y “el barrio manda y no tu panda” y ellas, tú, yo, nosotras, “culo arribaabajo culo abajoarriba” y el grupo es cupo y el cupo es guarida y la guarida es territorio y pandilla y “estamos súper sexys” y la fiesta es noche y la madrugá’ es la liturgia de las bellas danzantes, “¿no lo ves?, “¿no lo ves?”, “¿no lo ves?”. 

Narvalaz pinta y baila en las figuras, dibuja una danza de Matisse ultravioleta en una pista de baile que es una luna en Woodstock sobre otra luna con sabor a chamanes eléctricos, a dance like an egypcian, a yoga y ojos y ojos y ojos. Porque Narvalaz pinta ojos y ve y se ve y nos ve y sus ellas (ellas, tú, yo, nosotras) miran y ven, ven y son vistas y la coreografía es un hexagrama del I Ching con turbantes y zarcillos y una estrella en una alfombra o una estrella en una piscina o Maria Svarbova en acuarela fotografiando el pódium antes de lanzarse al agua, antes de enterrar el ataud chiquito, antes de que dios (¿Dios?) y el gran ojo sea un asterisco del iris (“luces, chupitos, reggaetón”). Y el sentido es la amistad, la celebración de una hermandad, la comunicación “por pulsos”, también la herida, la disculpa, y otra vez el grupo, la tribu, la cuadrilla, y otra vez la sororidad bailando sobre las letras de Alba (“chica, ya lo dice la BadGy y con ritmo”).  

Y en las caras de nuevo el ojo, las alas, la estrella, la máscara y la nada. Porque Narvalaz también pinta caras sin cara, caras que son todas, que somos todas (ellas, tú, yo, nosotras) vestidas con un tutú que es la mancha rosa de aquella niñez en que las niñas buenas hacían ballet y que ahora calzan botas con la punta hacia arriba, las botas que señalan la senda del punto G (g del punto, g de Bad: “No sabes aún que soy de la’ más listas / Ya sabes que yo no soy una modelo de revista”, Zorra, Bad Gyal). Y el adorno es adorno, y el no adorno es el cuerpo de piel-maillot, piel de La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011), piel de acuarela, piel pantone pick peacock, hyacinth violet, hibiscus, royal heat, flame orange y oriole, piel cubierta monocromo en degradé para que la individualidad sea sólo suma, parte, Cuatro, Dos, Tres, ellas, tú, yo, nosotras. 

Tienen los libros de la colección Tintineos de Brillo Editorial una fiesta dentro. Libros que son un desafío a la uniformidad y a la tristeza de esta contemporaneidad nuestra. Libros que son color y movimiento y el texto justo para que la literatura dance. Libros de y con arte. Y la traca final de estas Bravas bravísimas es la posibilidad del juego, las estrellas adhesivas con las que pintar sobre las acuarelas de Narvalaz, las estrellas para adornar este juego teatral en el que las protagonistas bailan de cara al público casi pidiéndole que suba al escenario (un teatro de lo imposible frente al que Lorca habría sonreído), esta ópera con brilli-brilli invisible que es un canto (¿badgyaliano?) al feminismo como comunidad.  

(*) Sexy, Bad Gyal (de su álbum La Joia) 


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