Basti, de Intizar Husain (Armaenia) Traducción de Jacinto Pariente | por Juan Jiménez García

Intizar Husain | Basti

La historia de Pakistán es una de esas tantas heridas abiertas por la Historia (y la decisión de los hombres). Conocemos la época colonial británica de la India y nos quedamos en Gandhi, pero raramente vamos más allá, hasta ese punto en que, en 1947, el país consigue su independencia en un escenario que contenía ya todos los gérmenes de la violencia posterior, una violencia que no tardó en aparecer. Aquella división en dos países (o dos religiones) creaba un Pakistán musulmán y una India hindú, y para ello no dudó en desplazar a catorce millones de personas, provocar una guerra inmediata, dejar en tierra de nadie (o de todos) a los sijs y un Pakistán del este que no tardaría en convertirse en Bangladés, allá lejos, muy lejos, del oeste. Esta es la Historia. La grande, atrapada en unas cuantas líneas, como esos cables de electricidad contra los que se electrocutaban los monos, desconocedores de todo. Luego, en algún rincón, bajo los escombros, están los hombres y sus historias; personas, siempre pequeñas, insignificantes. Y sobre esos hombres es sobre los que escribe Intizar Husain, el escritor más grande que ha dado la literatura pakistaní.

Husain se instala en un territorio entre el mito y la realidad. Ciudades imaginarias conviven con aquellas que no lo son, igual que el pasado convive con la tozuda realidad del presente. El protagonista, Zakir (el que recuerda) abandona la India y la ciudad de Rupnagar para instalarse en Pakistán. Pero en esa ciudad, que acabará por ser un lugar fantasma, un espacio de la memoria, se quedan muchas cosas. Sabirah, con quien debía casarse y que será esa presencia femenina que recorre toda la novela, y esos recuerdos encerrados bajo llave, una llave que custodia el padre y en la que piensa la madre. La figura del padre, piadoso, religioso, justo, se impone como un referente que hace que no se pierda algo esencial en ese recorrido por el Pakistán que va de una guerra a otra. El mundo cambia, él permanece.

Retrato de grupo con Pakistán y la India al fondo, Basti se convierte en una crónica de los días pasados y de los días que pasan. Un intento de entender la pérdida, que es seguramente aquello que recorre todo el libro. Ahí, una frase: Me puse a recordar mis árboles perdidos. Árboles perdidos, pájaros perdidos, caras perdidas. Todos han perdido algo y ni tan siquiera es aquella casa abandonada, convertida en símbolo. Y esa pérdida no ha dejado espacio para el encuentro. No siempre la destrucción deja lugar a una nueva construcción. A veces solo queda el vacío.

Basti no es solamente una magnífica novela, el clásico de las letras paquistaníes, sino también un libro necesario en estos tiempos, que nos permite entender, un poco más, nuestro tiempo, desde una óptica no occidental. O aquello que hubiera sido ese tiempo sin nosotros, lejos de nosotros. Escapar de las imágenes para encontrar las palabras. Del ruido para encontrar el silencio. Del odio para encontrar una tranquilidad de espíritu capaz de arrojar algo de luz sobre tantos misterios que no son tales. Vidas de hombres enfrentados a un destino a la espera de una revelación, que llegará… quién sabe cuándo.

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