Homo tenuis, de Francisco Jota-Pérez (El transbordador/GasMask) | por Óscar Brox

Francisco Jota-Pérez | Homo tenuis

Siempre albergamos la sospecha de que la filosofía no está a la altura del tiempo. O que, mejor dicho, no es lo suficientemente porosa como para dejar que el aire de una época la atraviese y contamine la producción de pensamiento. Y, sin embargo, basta observar los proyectos intelectuales de Kierkegaard y Schopenhauer -o cómo construir otra Historia de la Filosofía- u observar la incidencia del capitalismo avanzado en la obra de un Fredric Jameson para constatar que, en efecto, sí se da esa actualización. Tal vez Byung Chul-Han no sea, pese a todo, el filósofo que ha emergido en una época marcada por la vida digital. Entre otras cosas, porque parece cada vez más necesario repetir aquello de que los tiempos convulsos -y estos, desde luego, lo son- necesitan pensamientos convulsos. Y los del pensador coreano han montado una barricada junto a las ideas de (auto)explotación digital. Por eso, si uno rastrea un poco el paisaje se topa con el realismo especulativo y la hiperstición, con otra forma de retratar el aceleracionismo, el ímpetu tecnificador y las consecuencias de todo esto sobre la esfera humana. Y, en especial, sobre esa naturaleza de la que, quizá hoy más que nunca, nos queremos emancipar.

Uno se acerca a la lectura de una obra como Homo Tenuis con la curiosidad por desentrañar en qué consiste la hiperstición, pero también qué podemos entender por horror filosófico. Y, aún más, cómo todo ello se imbrica en ese territorio sin fronteras que es la red, en el que nuestra convivencia digital ha desdibujado cada vez más la noción de barrera con lo real. Para ello, su autor, Francisco Jota-Pérez, elige la figura del Slender Man, que ha nutrido a buena cantidad de creepypastas y ha sido, asimismo, carne de documental y de largometraje de ficción, a modo de ejemplo. Ese hombre esbelto no deja de ser un invento, una creación larvada en un foro y convertida en leyenda urbana digital, que sin embargo salta, en su viralidad, a la realidad. En otras palabras, una ficción que se convierte en realidad. O, dicho de otra manera, una ficción que nos muestra las aristas, las muescas y los cambios que se están modulando sobre nuestra noción de realidad.

Si Mark Fisher utilizaba el post-punk o el análisis de artistas como Burial en clave de reflexión filosófica, Jota-Pérez elige al Slender Man o un videojuego como Bioshock en un registro parecido. Para anotar y dejar constancia de una serie de artefactos culturales, nacidos al calor de los márgenes de Occidente, que disparan sobre esa densa malla que ha tejido durante décadas la cultura capitalista. Y en ese territorio lo que se busca es, como dijera Foucault, saber si se puede pensar de otra manera. Más ajustado a los elementos de nuestra contemporaneidad, a toda una serie de cambios, discursos, relaciones y modulaciones que inciden significativamente en lo que entendemos por naturaleza humana. La hiperstición podría ser un virus como el de Kairo, que transporta a los fantasmas de la Red hasta la pantalla de nuestro ordenador. El glitch que altera la resolución de una imagen. O la leyenda urbana que se abre paso a la realidad factible. Que choca contra ese período llamado capitaloceno para, a través de diferentes tácticas y discursos, tratar de ponerlo patas arriba. Para avanzar, en tiempos de manifiestos cyborgs, diferencias y nuevas relaciones, la eclosión de un nuevo período.

El libro de Francisco Jota-Pérez es, en sí mismo, un artefacto. Un ensayo, una novela o una ficción híbrida. La exposición transparente del origen de una leyenda urbana y la puesta en escena de su profecía autocumplida. Un curso veloz de filosofía contemporánea y un ejercicio de escritura radical que, sin miedo a las prescripciones de estilo, se vale de un ritmo febril y una estructura enloquecida para conducirnos hasta las entrañas de la hiperstición. En el fondo, se podría decir que, frente al imaginario de futuros agotados y exhaustos que dibuja la maquinaria perfecta del capitalismo avanzado, se trata de moldear nuevos discursos que erosionen ese tejido cultural (cuando no cultual) aparentemente indestructible. Que, de paso, le quiten un poco de relieve a la naturaleza cuando se trata de reflexionar sobre la condición humana. Y que imaginen, a través de los nuevos lenguajes surgidos de la convivencia en nuestras sociedades digitales, estrategias para actualizar las formas de problematizar y teorizar todas estas cuestiones. O cómo un creepypasta surgido en un foro de Internet dice más de la realidad de lo que pensamos. Y, encima, nos avanza una serie de claves intelectuales para darle una vuelta la forma en la que pensamos la realidad y nuestra relación con ella. De ahí que la lectura de Homo tenuis, a ratos densa y exigente, siempre fascinante y curiosa, suponga una estupenda puerta de entrada al trabajo de una corriente filosófica volcada en llevar a cabo una radiografía de nuestra contemporaneidad.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.