Línea de penumbra, de Elvira Valgañón (Pepitas de Calabaza) | por Francisca Pageo

Elvira Valgañón | Línea de penumbra

La línea de penumbra es una línea invisible que separa la luz de las sombras. Una línea que dejaba apenas ver aquellas pinturas rupestres que hace miles de años se hacían en la cuevas. Con esta premisa, Elvira Valgañón nos trae su segundo libro: Línea de penumbra. Un libro a medio camino entre la narrativa y el ensayo de arte (aunque este no sea un ensayo técnico ni teórico), lleno de evocaciones y de una mirada diferente a lo expresable y comunicable.

Valgañón crea historias de historias, pues cada cuadro en sí mismo aquí expuesto es en sí mismo una. Pasando de Artemisia Gentileschi con Judit decapitando a Holofernes hasta Domenico Ghirlandaio con Retrato de Giovanna Tornabuoni, de Edward Hopper con Automat a Caravaggio con Salomé con la cabeza del bautista y Francis Bacon con Retrato de George Dyer en un espejo, y algunos cuadros y artistas más…, la autora no analiza lo que ve en ellos, sino que parte de la evocación misma, de la interpretación propia y subjetiva que uno le puede dar a una obra de arte o autor. Hay aquí una belleza de las cosas simples, aunque Valgañón estire su mirada y sea capaz de ir más allá de lo que cada cuadro profesa. Estas cosas simples son cotidianas pero también épicas, son de allí y de allá pero también de acá. Cada color y cada trazo inspiran algo diferente y nos remiten a aquello que alcanzamos a ver, como esa línea de penumbra antes hablada.

La autora imagina, pero imaginar también es afirmar algo. Retratar un momento, un lugar, una conversación… Hasta una época, diferente a esta o no. Aquí se afirma la vida -pues el arte en sí mismo lo es- como afirmamos con un sí rotundo aquello que nos gusta, aquello que nos atrae y queremos con nosotros. Afirmar el arte con nuestro propio arte, pues eso es lo que hace Elvira Valgañón en Línea de penumbra, es dar al arte un valor mucho más grande de lo que imaginamos, pues esa simbiosis convertida en síntesis nos hace escuchar el eco de cómo el arte nos afecta, de cómo ese arte del que nos nutrimos cala en nosotros hasta hacer crear otra obra de arte aquí convertida en palabras. Aquí las dos partes se complementan y se iluminan la una a la otra. Como si fueran espejos particulares, se ven a sí mismos pintura frente a relato y relato frente a pintura. Surgen preguntas, miramos con ternura las historias dadas, sonreímos y nos asombramos ante ellas. Creo que la autora ha sabido combinar muy bien esto, pues da en la tecla de aquello que quizás no hemos sabido ver, pues cada persona tiene su verdad, su ideal, su manera de ver el arte y las cosas.

Línea de penumbra es un libro en el que a ciencia cierta creces, imaginal y pausadamente. Uno no verá una obra de arte de la misma manera que antes, pues ahora tenderemos también a imaginar historias, que sean ciertas o no, al fin y al cabo las historias nos acompañan por la vida, nos dan señales de cómo vivir o qué hacer y aprendemos de ellas. Elvira Valgañón ha creado un libro imprescindible sobre cómo narrar a través de la imagen, cómo surgir y nacer a través de otra cosa que, aunque parezca ajena a nosotros, en el fondo no lo es.


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